Barcelona, 1 de abril 2020

Apreciado Francesc:

Hace un rato, ya de retiro en mi casa, he podido ponerme al día con los artículos que has ido publicando desde que reabriste tu “aula” de “Progreso real”. Porque ahora más que nunca, así es como veo tu blog. Como la oportunidad de tomar apuntes de un enfoque económico, y también social y político, de la realidad actual y de la niebla espesa que nos ha caído sobre el progreso.

Explicas muchas cosas que, seguramente, unos cuantos de tus lectores desconocemos, porque en este tiempo de turbación tú ya te has puesto a analizar por donde puede ir el futuro. Especialmente interesante me resulta cuando dices que si tantos países (o todos) han cometido equivocaciones con esta pandemia, es que estamos ante un problema estructural. Pero hay más cosas que nos invitan a reflexionar. Si estuviera físicamente en tu aula, de vez en cuando levantaría la mano para que ampliaras, o me aclararas, algún aspecto, pues soy de Letras.

Y en tu más reciente artículo, la sorpresa: una carta dirigida a mí. De las conjeturas macroeconómicas a un texto muy personal, con otras amistades que has ido haciendo de fondo. No sé qué decir. Te agradezco la sensibilidad ante mi situación familiar, que si te la expliqué fue para justificar no haberte dicho nada de tus artículos, como solía hacer, desde hace un montón de días. Agradezco tu proximidad ante una circunstancia personal que, aun siendo complicada, no es de las más difíciles que hoy se están viviendo, como todos sabemos.

Esta enfermedad global, ¡y tan inesperada!, es también una fuerte sacudida de consciencia, que dará sus frutos en mayor o menor medida en el futuro, pero que ya mismo hace que nos ocurran cosas inesperadas también. Esta carta tuya es un ejemplo entre tantos.

Te dejo para acabar cuatro versos de Gabriel Celaya (el mismo poeta que escribió: “A la calle que ya es hora/ de pasearnos a cuerpo,/ y mostrar que, pues vivimos,/ anunciamos algo nuevo”), pero con un matiz distinto:

En la calle, nadie

vale lo que vale,

pero a solas,

todos somos alguien.

Muchos recuerdos y muchas gracias.

Seguimos.

Un abrazo

Ricardo Fernández Aguilà