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Los nuevos usos de la televisión y de las redes sociales someten a los políticos a una sobreexposición que termina dejando en un segundo plano al mensaje. Así, el que solo dice la verdad aburre. Hay que decir permanentemente frases sonoras, con gancho, con el objetivo de llenar todas las pantallas que requiere el político para lograr, no que su mensaje cale, ¿cuál mensaje?, sino una presencia mediática importante. «La revolución era el matiz» (El País, 30 de mayo de 2015)