«El mensaje que emitimos al socorrer al barco es evidente: los problemas del Mediterráneo no son de Italia, Grecia o España sino de todos. Porque solo reconociendo una responsabilidad libre del albur discrecional de los Estados evitaremos la proliferación de “Salvinis”, demagogos profesionales que anulan esforzadamente esa identidad que predicamos justamente como común. Y es que no hay nada más contrario al espíritu ilustrado que afirmar que la fraternidad es superflua y que unas vidas, por supuesto las nuestras, valen mucho más que otras. Ha sido con el ejemplo como se ha evitado la visión icónica y dantesca de un barco a la deriva, el humillante mensaje de que hay vidas de segunda: vidas que no merecen siquiera ser lloradas.»
La fuerza del ejemplo: (El País, 16 de junio de 2018)