EditorialGeneralOpinión

Hemos empezado el año 2025 con nada que no fuera previsible, pero no por ello menos preocupante. Vuelve el Banco Sabadell a Cataluña. Buena noticia, puesto que es un indicador claro de la disminución de la inestabilidad política percibida con el nuevo gobierno de la Generalitat. Pero hay un si no fuera: la espada de Damocles, que amenaza su propia existencia por absorción de otro banco, ya bastante poderoso. Si se consolida, no será nada positivo para los ciudadanos, ya que significa mayor concentración y poder en un mercado financiero con tendencia a generar monopolios, cada vez más desregulados a nivel mundial.

En Cataluña parece que existen dificultades para aprobar presupuestos, ya que aquellos que han podido gobernar gracias a que el PSC hizo una oposición responsable, no pagan con la misma moneda. El gobierno español parece que tampoco lo tendrá, también por deslealtad de aquellos que han conseguido que haya una ley de amnistía que les favorece y que ha tenido un elevado coste político para quienes les han concedido. Sin embargo, aunque se diga que España vive en una permanente inestabilidad política, estamos en una isla a nivel mundial. No sólo porque España, a pesar de la crisis económica mundial, es el país de la UE que más crece, sino también porque ante la ola de extrema derecha que invade el mundo, el gobierno que tenemos es de los pocos gobiernos socialdemócratas del mundo y está decidido a compensar desigualdades crecientes ya defender a la sociedad del bienestar.

Quizás sería el momento de recordar antiguos himnos de los inicios del movimiento obrero, cuando se animaba a defender derechos ciudadanos. No es baladí: en un mundo más interconectado que nunca, la salida de EEUU del acuerdo de París y de la OMS, el desmantelamiento de los servicios públicos (ya precarios), el levantamiento de la prohibición de que el ejercido pueda entrar en las escuelas y las iglesias por encarcelar a inmigrantes, la amnistía de violentos que asaltaron el Capitolio (algunos condenados a más de 20 años de cárcel), la foto de toma de posesión de Trump, con poca presencia de representantes de otros países y muchos millonarios de las tecnologías que dominarán el mundo, son indicadores claros de por dónde van las cosas y cómo nos afectarán.

Entramos en un mundo donde los Estados ya no controlan al capital financiero, cada vez más extractivista y descontrolado. Un mundo en el que no se respetan leyes básicas (ni Constitución de EEUU ni derechos internacionales); ni tampoco derechos humanos básicos y de ciudadanía. Un mundo donde la protección de los débiles no se contempla y donde la falta de respeto a las leyes y la desregulación a quien favorece es principalmente es a los poderosos y a quienes se enriquecen a expensas de la misma sociedad en la que viven. Depredadores a quienes no para nada.

Algunos optimistas dicen que en un país donde el poder está bien repartido (como corresponde a un país organizado federalmente), los contrapoderes actuarán y compensarán el descalabro. Esperamos que así sea. De momento, ya hay 22 Estados que han recurrido el decreto para desposeer de ciudadanía a los hijos de inmigrantes nacidos en EEUU, por insonstitucional. Pero será difícil parar la financiación que los partidos de ultraderecha, dentro de los países democráticos, recibirán para conseguir desestabilizar sus propios países. Será difícil parar la ola de pobreza y de inmigrantes que provocarán los cambios climáticos y las políticas de pérdida de derechos de los más desfavorecidos, provocados por los imitadores de Trump en todo el mundo.

Más que nunca, debemos movilizarnos como ciudadanos, para defender el federalismo, por lo que significa de fortalecimiento de la división de poderes; por su defensa de los derechos ciudadanos y la protección de los más débiles; por los principios de fraternidad y defensa de la solidaridad y lucha contra las desigualdades; por su capacidad de llegar a acuerdos y por los principios de lealtad. Movilización que nos interpela a todos aquellos que creemos que los abusadores no caben en nuestra sociedad, a los que pensamos que se necesitan leyes y derechos que pongan límites a las desigualdades, a lo que queremos
regulaciones que mejoren la vida de la gente y que detengan la codicia de los destructores del Planeta. Movilizarnos también para sumar esfuerzos a distintos niveles: entre ciudadanos pero también entre niveles administrativos dentro de cada país y también entre países. Tenemos ante nosotros mucho trabajo por hacer en Cataluña, en España, en Europa y en el mundo.