Blog (Izquierda sin fronteras)Opinión

Seguramente sería trivial un análisis que descartara totalmente de entrada la cuestión identitaria como fruto envenenado del sentimiento y otorgara a la creación de un ciudadanía  el título de culmen de la razón que vive en sociedad.

Sin pretender atosigar con la historia y los estudios sobre ambas materias que nos pueden llevar desde Javier Otaola a Diógenes de Sinope, pasando por Kant, Júrgen Habermas, los estoicos y Jacques Derrida, de los derechos de los ciudadanos y los de las ciudadanas de la revolución francesa a la ciudadanía europea, si creo que hay poner el foco en la tensión que se está produciendo entre la pulsión de pertenencia  al caduco estado-nación a través de distintos tipos de identidades, políticas, culturales, religiosas y de otros pelajes, y la construcción de un tipo de pertenencia a la sociedad humana a través de la ciudadanía.

Como casi siempre no es una tensión nueva, es una tensión recurrente entre dos formas de entender la sociedad humana, entre modelos de vasallaje, y entre modelos de seres humanos liberados a través de los deberes que asumen. Una tensión eterna pues se da entre dos pulsiones que se dan lugar en un mismo individuo.

Podríamos preguntarnos, ¿Se puede ser ciudadano y pertenecer a una comunidad identitaria? ¿Se puede ser ciudadano y no pertenecer a una comunidad identitaria?

Volviendo a los tópicos, en los extremos habita el caos, y habría que buscar el justo equilibrio. Aunque yo de partida me obligaré a no ser tibio y tomaré partido, creo que se habrá podido apreciar, por las bondades y la necesidad de la ciudadanía.

Una ciudadanía ligada a la construcción comunitaria y al reconocimiento de unos deberes que salvaguardan unas libertades, nacidos y nacidas desde la reflexión consciente del individuo.

A mí siempre me ha parecido que la identidad colectiva tenía un poco de dogmática, quizás solo es que estoy saturado de tanta emoción identitaria que exige de mi posicionamientos un todo o nada sin cesión a la reflexión. Pero si observo el mundo actual desde las identidades, creo que cada vez se exigen mas lealtades y se aceptan menos preguntas, se arrincona más al otro, se le hace desaparecer y se le deshumaniza.

Quizás sea este el punto clave para mi, el cómo se afronta al otro desde la ciudadanía y los identitarismos.

La ciudadanía, con excepciones que las ha habido, no se construye contra el otro, se construye sumando al otro, creando una red de de concesiones y entendimientos. Por eso apuesto por una idea de ciudadanía amplia que no haga reverdecer las exclusiones a la que el sentimiento identitario nos tiene acostumbrados. La ciudadanía nos ofrece las herramientas para poder dialogar, ofrecer nuestro pensamiento y recoger las ideas del otro para ser analizadas. ¿Hay alguna otra forma de unir sin excluir?

Yo de momento seguiré trabajando con ilusión por construir y dialogar, soñando con una utopía que sin duda puede llegar a ser realidad, la ciudadanía universal.

(Imagen cortesía de <a href=”https://www.freepik.es/vector-gratis/fondo-diseno-personas_1358445.htm#query=ciudadanos&position=0&from_view=keyword&track=sph&uuid=60cd2734-1f40-4b1c-88c5-3ebf69b47c61″>Freepik</a>)