El marco de Maastricht y sus criterios económicos uniformes han quedado superados y la política económica europea está en cuestión. La Comisión de Bruselas ha presentado, el 9 de noviembre, un proyecto de modificación del marco presupuestario que constituye una evolución importante. No es un debate entre expertos: se trata del inicio de un cambio de paradigma de la política económica que podría, si ese cambio es bien concebido, imprimir un nuevo rumbo en la buena dirección al proyecto europeo.
La importancia de una política presupuestaria para reducir el paro y estabilizar la actividad económica se ha convertido en objeto de consenso, tras la crítica de las políticas de austeridad entre 2011 y 2015. Las políticas de “cueste lo que cueste”, desarrolladas durante la crisis del Covid-19, han permitido una transferencia de ingresos a familias y empresas. El actual escudo tarifario supone una utilización de la política presupuestaria para reducir la factura energética de los hogares y las empresas. Asistimos a un retorno de la política presupuestaria para estabilizar los ciclos económicos, pero también para realizar las inversiones necesarias a la transición energética.
El marco europeo de los tratados ya no se adapta a estas nuevas orientaciones y genera fuertes tensiones. La divergencia entre las distintas deudas públicas da lugar a una heterogeneidad de los medios de que disponen los Estados para responder a cada ciclo económico e invertir a largo plazo. En 2021, la deuda pública alemana representaba el 70% del producto interior bruto del país (PIB), la deuda francesa era del orden del 110% y la italiana rondaba el 150%. Esas diferencias, enormes, procuran palancas muy distintas a los Estados. Durante la crisis sanitaria, esa diferencia se vio en parte compensada por el plan de endeudamiento europeo Next Generation EU, de un montante de 750.000 millones de euros, que ha supuesto importantes transferencias, en particular hacia Italia: no hay que olvidar esa demostración de solidaridad.
La ilusión de la regla se disipa
La crisis energética renueva el desafío. Alemania dispone de los medios necesarios para sostener la actividad de sus empresas a través de un plan masivo de 200.000 millones, mientras que Italia no dispone de recursos para brindar semejante apoyo a las suyas. Por supuesto, es legítimo que Alemania ayude a su economía con sus propios medios, y su bajo nivel de endeudamiento le resulta muy útil para hacerlo. Sin embargo, las diferencias de inversión y de actividad contribuirán a reforzar la divergencia estructural de la Unión: el PIB por habitante italiano no ha aumentado desde hace veinte años, mientras que el de Alemania ha progresado de un cuarto.
¿Cómo coordinar las políticas presupuestarias de manera sostenible dentro de una unión monetaria en la que las deudas divergen? La
Comisión propone, en su proyecto de nuevo marco presupuestario, sustituir el criterio de convergencia uniforme del 60% de deuda sobre el PIB por un criterio diferenciado por países, teniendo en cuenta la coyuntura y la sostenibilidad de las deudas públicas. De hecho, y es una buena cosa, salimos de una coordinación en base a reglas uniformes para ir hacia una apreciación más económica, facilitando una mejor utilización del espacio presupuestario nacional.
Así pues, sería una institución, en este caso la Comisión Europea, quien dispondría de un margen de interpretación importante para tener en cuenta la complejidad de las situaciones en los distintos países. No obstante, habrá que determinar un proceso democrático para la definición de los objetivos nacionales de endeudamiento, a fin de que no sean fruto de un debate de expertos sino de opciones políticas. Un objetivo de deuda sostenible resulta, en efecto, de los impuestos y del gasto público que los contribuyentes estiman legítimo pagar y ser beneficiarios. Por ejemplo: ¿cuál debería ser el nivel de la deuda pública de Francia, y la evolución necesaria de su fiscalidad a cinco años vista, con la información de la que hoy disponemos acerca de las consecuencias de la guerra de Ucrania y sobre la inversión requerida para la transición energética?
Los propios Parlamentos nacionales deberían definir las nociones de sostenibilidad y los objetivos de endeudamiento, con la contribución de los dos Altos Consejos de finanzas públicas y de estabilidad financiera.
Jean-Paul Fitoussi se ha esforzado en demostrar que la coordinación pormedio de reglas uniformes resultaba económicamente desestabilizadora y políticamente perjudicial, porque las necesarias decisiones políticas. La ilusión de la regla se disipa. Asistimos a la lenta constitución de un federalismo presupuestario europeo, hoy posible gracias a una comprensión compartida de los desafíos económicos y políticos a la cual Jean-Paul Fitoussi ha contribuido de manera esencial.
Publicado en Le Monde, el 5 de diciembre de 2022
(Xavier Ragot es director de investigación en el CNRS, profesor de economía en Sciences Po y presidente del Observatorio francés de coyunturas económicas)