Lo más importante que aprendí de Foucault es que el cuerpo vivo (y por tanto mortal) es el objeto central de toda política: Il n’y a pas de politique qui ne soit pas une politique des corps (no hay política que no sea una política de los cuerpos). La pandemia muestra que todas las políticas, preventivas, hospitalarias, sociales y económicas están centradas en nuestros cuerpos: confinamiento, eliminar los contactos, depurar nuestros cuerpos de los virus, no trabajar o trabajar a destajo, etc. Por tanto reflexionar sobre la situación en la que nos encontramos, requiere, en primer lugar tiempo y asumir que “el cuerpo” es ineludiblemente el objetivo de la política imperante, es decir la “biopolítica”.
Necesitamos tiempo para poder pensar por varios motivos. El primero, para permitir que la novedad de lo que nos está sucediendo, no nos apabulle con las emociones y los sufrimientos que nos golpean y adaptarnos a la nueva situación. Si por el contrario vamos demasiado deprisa, corremos el riesgo de identificarlo con hechos anteriores (SARS-1, SIDA, gripe, etc.) o por el contrario sobredimensionarlo por habernos impactado en nosotros o en nuestros próximos familiares o conocidos. Las prisas, a menudo, ponen las cosas en el ámbito de lo que ya creemos conocer y en este caso hay que decir con toda rotundidad que este coronavirus SAR-CoV-2 es un desconocido. Con las prisas, también, corremos el riesgo de creer que todos somos iguales a la hora de protegernos y derrotar al coronavirus. Nada más falso, desde el confort i recursos de nuestros ligares de confinamiento, pasando por la edad y salud de cada uno, el virus se ceba con mucha mayor crueldad en los más desfavorecidos socio-económicamente.
Las estrategias que los distintos países han desarrollado frente al azote del SARS-CoV-2, muestran dos tipos de estrategias biopolíticas bien distintas. La primera, en funcionamiento sobre todo en China, Italia, España y Francia, aplica medidas estrictamente disciplinarias que no son, en muchos sentidos, diferentes a las que se utilizaron contra las pandemias históricas como la peste negra o la gripe española: el confinamiento domiciliario de la totalidad de la población o dentro de los hospitales cuando ya eres un enfermo.
La segunda estrategia, puesta en marcha por Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong-Kong, Japón e Israel supone el paso a las técnicas de biovigilancia, poniendo el énfasis en la detección de los portadores del virus a través de los tests y de la vigilancia digital estricta de los infectados y enfermos a través de sus móviles. Los teléfonos móviles trazan los movimientos de nuestros cuerpos, puesto que nadie se separa de él ni para dormir. Una aplicación de GPS informa a la policía de los movimientos de cualquier cuerpo sospechoso.
¡Quien nos lo iba a decir! las instituciones tradicionales de encierro y normalización de nuestra vida (fábrica, hospital, colegio, prisión) se han reubicado en nuestras viviendas. Nuestros hogares se han convertido también en el centro de la economía del teleconsumo y de la teleproducción. El espacio doméstico existe ahora como un punto en un espacio cibervigilado, un lugar identificable en un mapa de Google, una casilla reconocible por un dron. Tendremos que admitir que el coronavirus nos ha ubicado de golpe y porrazo en la nueva era tecnológica.
Temi Vives Rego (Vallvidrera, Barcelona). Biólogo, filósofo y Profesor Honorifico de la Universidad de Barcelona.