Espacio Opinión

En unos momentos en que las energías de tod@s deben sumarse en la batalla contra el Covid19, me sabe mal que la derecha española, la ultraderecha, las vociferantes tertulias y diversos mass-media se dejen la piel en algo que no hace falta. Este escrito es para liberarles de su misión salvadora. Se lo diré breve y conciso: NO NOS ENGAÑAN. La ciudadanía española sabe que el número de muertos por coronavirus con el que cada día convivimos es inferior al real. El gobierno nunca nos ha engañado, siempre ha dado este dato como casos diagnosticados y así va a seguir siendo. Aunque ustedes deben pensar que la ciudadanía de a pie es de encefalograma plano, a veces somos capaces de entender lo que nos dice el Gobierno y de hacernos una idea de la realidad que estamos viviendo. Ustedes tienen una verdadera pataleta al comprobar que con 20.000 muertos, la ciudadanía en su gran mayoría hace lo que debe y no se ha arrojado a la yugular del gobierno y lo que es peor, todo indica que no hay gran modificación en la intención de voto y que el “cuanto peor mejor” del Sr. Casado no se está rentabilizando. Así que han decidido, con la rapidez de la desesperación, comprobar si duplicando la cifra las cosas cambian, para su bien. No se puede ser más ruin.

No nos engañan. Algún día, con los datos debidamente registrados, con los estudios estadísticos realizados, seguramente se confirmarán sus 40.000 muertos. Tod@s sabemos que han muerto personas sin diagnosticar, que han muerto en sus casas, que hay que sumar la masacre de las personas mayores muertas en las residencias, que el virus estuvo aquí antes de que lo viéramos y seguramente alguna gripe extraña o neumonía a destiempo ya fuera un coronavirus. Pero sabemos más cosas. Sabemos que a la derecha española siempre le gusta sacar a pasear a nuestros muertos y jugar a las banderas y a los lutos. De luto estamos todos, sin tener banderas a media asta en el balcón, sin fotografiar ataúdes, porque lo que queremos las familias españolas es sobrevivir a este virus y a sus consecuencias y, nosostr@s, estamos intentando sacar lo mejor para cuando llegue el día después, que llegará. Las familias se recomponen en la soledad y tristeza de no poder despedir a los suyos, se esfuerzan en ser responsables, en cuidar y educar a sus hij@s en casa, en hacer que estos tiempos negros, nos parezcan grises y siempre esperando la luz del sol. Sabemos que después de la crisis sanitaria, o solapándose, estará la crisis económica, y por pura supervivencia conservamos la esperanza. Ustedes están desesperanzados, porque después de la crisis sanitaria lo que quieren además es una crisis política y no tenemos tiempo ni ganas para sus ansias de poder. Ustedes, igual que el resto de la ciudadanía, tendrán que esperar tiempos mejores para sus propios intereses.

No creo que de las crisis se aprenda. No aprendimos nada de la crisis de 2008. No vamos a ser mejores personas. No vamos a cuidar más el mundo que nos acoge. No seremos tod@s buen@s samaritan@s. Sí apelo a una característica humana para convertirla en virtud: el egoísmo.
Por nuestro bienestar, hoy más que nunca sabemos y no debemos olvidar que: La salud no puede ser un negocio. Hay que invertir en sanidad pública. Que el cuidado de los mayores no puede ser un negocio. Hay que desarrollar la ley de dependencia y crear estructuras y servicios públicos suficientes para el cuidado de nuestros mayores. Hay que invertir en investigación científica. Hay que invertir en I+D. Hay que invertir en industria. La economía no se puede basar en ladrillo, turismo y servicios. Hay que invertir en educación pública. No puede haber brecha digital. Debemos cuidar el sector primario. Cambiar los mecanismos de las cadenas de transmisión, introducir el concepto de proximidad y calidad.

Esta crisis sanitaria acabará, pero pronto o tarde vendrán otras. Espero que nuestro egoísmo nos haya hecho elegir gobiernos que apuesten decididamente por lo público, por un estado del bienestar que asegure la calidad de vida de la ciudadanía, por un sistema de educación que garantice la igualdad y la excelencia y con un modelo fiscal redistributivo, en el que tod@s contribuyamos en función de nuestras rentas y patrimonio. Y quizás, con esperanza en la humanidad tenga que rectificar y decir: no hemos olvidado, hemos aprendido.

Como no soy de finales de cuento, para que aquell@s que gritan “liberad a nuestr@s niñ@s”, creo que carecen de visión periférica y un etnocentrismo patológico. He pasado mi infancia junto a mis dos hermanos en un piso interior de 45 m2 sin balcón; mi primer piso de independiente de 35 m2, un 5º sin ascensor, interior… y no puedo gritar “dejen salir a los niñ@s”, sin pensar en los miles de niños y niñas que han nacido, viven y quizás morirán confinados en campos de refugiados, sin pensar en los miles de niños y niñas que han nacido, viven y quizás morirán confinados en guerras que nunca decidieron. Nuestros niños y niñas se liberan con el conocimiento, que va más allá de nuestras cuatro paredes y de nuestro universo occidental.