«Los secesionistas se han dado cuenta de que con la violencia verbal, las mentiras y tergiversaciones múltiples, la fiesta multitudinaria en la calle, la “revolución de las sonrisas”, el abuso de democracia… no iban a conseguir la independencia. Y han lanzado un nuevo eslogan ripioso: “Sin violencia no habrá independencia” –con violencia tampoco, pero todavía tienen que enterarse–.
Desde cómodos despachos y a prudente distancia se está teorizando la “nueva fase”. El historiador Jaume Sobrequés, en un reciente artículo publicado en El Punt Avui, lo formula así: “Sin una determinada acción violenta (…), nunca Cataluña conseguirá su liberación. Corresponde, pues, a los políticos definir el marco y los límites de la “violencia” con el Estado; de las formas de resistencia también “violentas” que será necesario ejercer ante el cierre fascista al diálogo y a la negociación y, en definitiva, cuadrar el círculo y cumplir a través de la “violencia pacífica”». La cita es larga, pero no tiene desperdicio.
Como la calle se impone a los políticos (secesionistas) y éstos, cómplices o acobardados, se dejan desbordar por la calle, la vanguardia de los cachorros y el ejército de reserva de la “gente pacífica” ya disponen de una justificación doctrinal (si la necesitaran) a sus acciones.»
No son gente pacífica (Crónica Global, 15 de noviembre de 2019)