«Y, en general, porque los compromisos de 1919, que cambiaron las fronteras de media Europa y de Oriente Próximo al confirmar el hundimiento de los imperios multinacionales, como el austro-húngaro y el otomano, abrieron de par en par la caja de los truenos del nacionalismo, alimento en las décadas siguientes de agravios y rencores. La autodeterminación wilsoniana se interpretó como el derecho de cada nación étnica a su propio Estado, lo cual, en un entorno de poblaciones mezcladas, garantizaba el caos..»
Versalles, 1919 (El País, 16 de agosto de 2019)