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El pujolismo, el catalanismo conservador fue penetrando en la sociedad catalana a modo de lluvia fina construyendo la nación catalana a pesar que la mezcla, no solo superficial y folklórica, no solo identitaria o lingüística, es un hecho innegable de la sociedad catalana. De hecho la construcción de la Catalunya y la Andalucía actuales no se entienden la una sin la otra (intervención en los Diálogos Andalucía Catalunya)

La construcción de la Catalunya y la Andalucía actuales no se pueden entender la una sin la otra como escribía Alfonso Comín, “la larga lucha contra el franquismo por la liberación de Catalunya se había hecho, codo a codo, unidos catalanes de nacimiento y catalanes de adopción” y citaba a un militante del PSUC: ·”Hay quienes dicen que son catalanes quienes viven y trabajan en Catalunya. Yo añado: Aún lo son más quienes luchan por la liberación de Catalunya”. Y yo puedo dar constancia de ello en la actualidad. En las entrevistas realizadas en la primera década de este siglo, a líderes y a militantes vecinales, – muchos de ellos ya fallecidos -, de barrios de los distritos de Nou Barris y Sant Andreu de Barcelona, constatamos y descubrimos cómo desde los inicios de su llegada a Catalunya, durante el siglo pasado, habían aprendido a amar las diferentes expresiones de la cultura catalana promoviendo escuelas catalanas en los barrios, el aprendizaje del catalán entre los adultos, llevando a sus hijas e hijos a esbarts, corales y “caus”, aprendiendo a bailar la sardana y sin olvidar sus culturas de origen. Todo ello está plasmado en el documental Orgull de Barri.

Pero a la luz de los acontecimientos actuales parece que se ha confirmado la preocupación de Alfonso Comín acerca de los “problemas de integración, aún más, de ósmosis de dos comunidades en el seno de Catalunya en la lenta marcha de normalización de la vida catalana que se” estaba iniciando y que “cargados de problemas” reclamaban “buen sentido, justicia y tacto político para resolver cuestiones que”, latían “parcialmente aletargadas” y que en la actualidad han surgido “a flor de piel con virulencia sentimental”.

¿Qué ha ocurrido  con la síntesis que se propugnaba “de identidades andaluzas (y de otras regiones) de la inmigración con la catalana oriunda en un proyecto social, político y cultural integrador en una ‘nueva’ Catalunya,  que se consiguió a finales de los años 60 y primeros 70 y ” que “supuso el gran proyecto alternativo al de la burguesía catalana”, superando el catalanismo de la burguesía conservadora?, que nos glosa Javier Aristu en su excelente “Oficio de resistir”.

Como expone Najat El Hachmi el pujolismo, el catalanismo conservador fue penetrando en la sociedad catalana a modo de lluvia fina construyendo la nación catalana “abordando el pasado con ojos de futuro” y “ordenándonos la identidad, ya entonces demasiado mestiza, demasiado charnega” a pesar de que “la mezcla, no solo superficial y folklórica, no solo identitaria o lingüística, es un hecho innegable de la sociedad catalana”, “la reivindicación de la catalanidad se articulaba en la intersección de la lucha de clases” (…) “reclamar catalanidad era reclamar ciudadanía, igualdad de oportunidades, derechos básicos para todo el mundo, viniera de donde viniera, hablara lo que hablara”. O tal vez, regresando a Alfonso Comín, la población catalana no se supo desvincular de “la lucha resistencialista siempre cargada de emotividad y cierto liturgismo”.?

Vivimos tiempos convulsos de crisis económicas, sociales, culturales y dramas humanos, crisis de alcance mundial y global. Y las  clases medias catalanas, igual que está ocurriendo en casi todo el mundo occidental rico, faltas de un proyecto para hacer frente a estas crisis hijas de la globalización, y aterradas por el temor de caer en el precariado, han optado por un repliegue identitario, liturgista y resistencialista, obviando a la otra parte de la sociedad catalana. Y buscando el “Dorado” catalán han dibujado una quimera, que no utopía, pues las utopías son proyectos sociales transformadores y liberadores, una quimera con los pies de barro y cargada de frivolidad, con un relato permanentemente victimista y supremacista y sin tender la mano a la otra parte de la sociedad catalana, ni hacer buen uso de los instrumentos de los que nos hemos dotado entre todos en estas  décadas de democracia.

¿No sería mejor recomponer la convivencia, avanzar en un diálogo real y superar los agravios históricos entre identidades nacionales y la historia hasta ahora explicada y difundida, con frecuencia manipulada, para, como escribe Luis Sepúlveda en su Isla Mínima, “atrevernos a mirar de frente nuestra accidentada historia para que la idea siempre formal de justicia deje paso a una única transición posible: la que aplasta los odios e impone la razón”.? Es inevitable e imprescindible ponerse de acuerdo, las Catalunyas están destinadas a entenderse, la trabucaire, carlista e identitaria, y  la mestiza de origen migrante y la urbana y metropolitana. Espero que salgamos de este conflicto más sabios y más “ricos” impregnados del otro. “Sólo lo diferente nos salva” decía Javier Pérez Andújar. Catalunya será charnega, choni, quilla, gitana, sudaca, machupichu, paki, mora, china, rumana, rusa,… o no será, será mestiza o no será. Un mestizaje fruto de un paso adelante, que nos haya transformado, como ha escrito Emma Riverola hablando de Rosalía, en “(la) voz y (el) cuerpo de todas las periferias, culturales, sociales y políticas”.