EditorialGeneralOpinión

La repentina noticia de la muerte del dirigente político que lo fue todo en el PSOE y que, en un momento dado, dejó la primera línea política e institucional para volver a su trabajo de profesor universitario, nos ha afectado profundamente. Con independencia de los lazos de relación y de amistad que unos y otros hubiéramos podido tener con él, Pérez Rubalcaba era uno de los nuestros, siempre disponible y siempre listo para venir a un encuentro de Federalistes d’Esquerres, para presentar en una librería madrileña el libro que acabábamos de publicar o para hacer alguna gestión discreta en los medios de la capital.

I esto se debe remarcar, ya que Pérez Rubalcaba se había convertido en un federalista desde la cabeza, desde el razonamiento y la experiencia, y no desde los sentimientos o desde el corazón. Sinceramente convencido de los valores sociales y morales de un Estado unitario, que asegure de manera igualitaria la mayor cantidad y calidad posible de los servicios públicos (como demostró en su gestión al frente de ministerios tan esenciales como Educación o Interior). Había entendido en profundidad que la gran diversidad de la sociedad española, no se podía manejar desde el uniformismo sino tan solo de forma compartida, implicando a voces y actores diversos, que se impliquen sin renunciar a ninguno de sus elementos distintivos. Mancomunar la acción de gobierno y hacer participar todos los actores puede ser más largo y más difícil, pero, si se consigue, los resultados son mucho más sólidos y, en definitiva, más democráticos.

Un solo ejemplo: cuando el movimiento del 15-M ocupó plazas y calles en toda España, Rubalcaba desde el Ministerio del Interior que entonces dirigía entendió, e hizo posible, que no era ni sensato ni viable afrontar los problemas que el movimiento pudiera representar como si fueran problemas de orden público. Paciencia, diálogo y reglas claras mostraron ser una receta mucho más eficaz y mucho más democrática que la confusa y violenta actuación del gobierno Artur Mas / Felip Puig en la plaza Cataluña (las consecuencias, entre paréntesis, nos han llevado en buena medida a la situación catalana actual) .

Y esta metodología valía tanto para gestionar el final de ETA como para llegar a la formalización de la «Declaración de Granada», en que el PSOE expresó más articuladamente su propuesta federal, superando las posibles resistencias que pudieran existir dentro o en torno de su partido. Federalistas d’Esquerres está en deuda con él, y queremos aquí rendirle nuestro homenaje público.