ActualidadOpinión

“Parece haber ido cuajando una unanimidad absoluta, no solo en que la expectativa de alcanzar algo parecido a una verdad objetiva carece por completo de sentido, sino también en que cada cual tiene el derecho a elaborar un relato propio de lo que le ha sucedido en la forma que se le antoje (casi siempre la más favorable a sus intereses, claro está).

En realidad, el relato, en la acepción del término que ha terminado por generalizarse en casi todos los ámbitos de nuestra sociedad, viene a constituir, en síntesis, una versión de los hechos que, aunque pueda contener elementos de apariencia explicativa, apunta en una dirección distinta a la de la explicación propiamente dicha. Así, cuando alguien, pongamos por caso, describe los antecedentes de una situación presente en términos de persistente y prolongada humillación, explotación, opresión o cualquier otro vocablo equivalente, resulta obvio lo que pretende: está colocando tales premisas para convertir en poco menos que inevitable o incluso justificada una respuesta que legitime acabar con el orden presuntamente provocador de todo ello.”

 

Mentiras de obligado cumplimiento (El País, 15 de abril de 2019)