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“La utopía nacionalista tomó cuerpo en Cataluña cuando Artur Mas relevó a Pujol al frente de CDC, perdió las elecciones frente a un tripartito de izquierdas y para recuperar el poder —Marta Ferrusola, la esposa de Pujol dijo que se sentía como si durante el verano los ladrones hubieran entrado en su domicilio— se inventó lo de el derecho a decidir. Luego tras ganar las elecciones del 2010, con todo el apoyo del ‘establishment’ catalán, para consolidarse con mayoría absoluta en medio de la crisis, convirtió a la nacionalista pero pragmática CDC en un partido independentista, perdió 12 diputados en el 2012, se negó a rectificar y mantuvo el rumbo a Itaca junto a ERC —a la que forzó a radicalizarse al robarle su programa de muchos años, pero no el de Macià ni el de Companys— y acabo cediendo el poder a Puigdemont, hasta entonces un político secundario en CDC, para que la CUP bendijera que CDC siguiera en la presidencia de la Generalitat. El candidato ‘bussines friendly’ del 2010, apoyado por el mundo económico catalán contra el “peligroso” socialismo de José Montilla, inclinaba la cerviz ante un partido antisistema de extrema izquierda.”

Los límites de la utopía nacionalista (El Confidencial, 24 de marzo de 2019)