Debería como mínimo sorprender o incluso mover a escándalo que quienes —además de quebrantar hasta sus propias leyes, no respetar a las minorías, intoxicar a través de los medios de comunicación públicos y practicar el clientelismo en la administración que controlan— no rinden cuentas a la ciudadanía y, cuando hacen propuestas, se apresuran a incumplirlas a la menor oportunidad hayan convertido, precisamente ellos, la reivindicación de la democracia en su nueva consiga. «Cuando la democracia es solo un eslogan» (El Confidencial, 7 de enero de 2018)