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En política, no es ninguna vergüenza alcanzar un compromiso. Todo lo contrario: cuando se debe hacer una elección entre una negociación constructiva y la pureza ideológica, siempre es mejor elegir el camino de la unidad, por pequeños que sean los pasos (Project Syndicate, 2 de noviembre de 2017. Traducción: María del Mar Fernández)

Siempre he sido un profundo admirador de la democracia española, pero especialmente desde el 23 de Febrero de 1982. En aquel dramático día, el Coronel Antonio Tejero intentó un golpe de estado contra el joven régimen democrático.

En su magnífico libro Anatomía de un instante, Javier Cercas describe como, bajo la amenaza de la pistola de Tejero, tres líderes políticos españoles se mantuvieron erguidos en sus asientos, rehusando esconderse bajo sus bancos. Ninguno de ellos – el líder del Partido Comunista Santiago Carrillo, Adolfo Suárez, el primer presidente de la España democrática después de Franco, el diputado de Suárez, General Gutiérrez Mellado – pestañeó. Fue un acto de valentía y determinación que anclaron la democracia para siempre en el alma de España. La democracia española nació bajo la pistola de Tejero.

Hoy, 36 años más tarde, la democracia española debe armarse de valor una vez más si tiene que superar la honda división creada por el intento inconstitucional del gobierno regional catalán de separarse de España. Hoy los demócratas necesitarán mostrar la misma determinación disciplinada de Carrillo, Suárez y Mellado para resolver la crisis política más grave desde el intento de golpe de Tejero.

Los demócratas de España no deben creer que la ley y la justicia pueden solucionar por si solos, todos los problemas con Cataluña. Ciertamente, las autoridades españolas no superarán la crisis con violencia policial, a pesar de que los esfuerzos del gobierno de la nación para detener el referéndum sobre la independencia de Cataluña estaban basados en una resolución judicial.

Lo que se necesita ahora es una visión política renovada, un diálogo inclusivo. De modo realista, esa visión únicamente puede ser la de un estado multicultural, multilingüe, federal incrustado en una Europa multicultural, multilingüe y federal.

Los separatistas catalanes se equivocaron al convocar un referéndum ilegal. Nadie puede gobernar democráticamente si no es bajo el imperio de la ley. Pero también es cierto que el marco legal existente es incapaz de curar una división política tan profunda. El diálogo sostenido, la fuerza real de los políticos y estadistas efectivos, entre los líderes de España y los separatistas de Cataluña es la única forma de encontrar soluciones.

Yo no creo que esté entre los intereses del pueblo de Cataluña el perseguir el separatismo al precio que sea. El hecho de que el referéndum violara claramente la Constitución española no es la razón principal de que yo no pudiera apoyarlo. Para mí la cuestión está en que el referéndum carecía completamente de legitimidad alguna. Estaba claro con anticipación suficiente que una mayoría de catalanes, reconociendo la naturaleza ilegal de la convocatoria, no participarían. En realidad, de toda la evidencia surgida, parece que probablemente, una mayoría de catalanes, incluyendo los que se quedaron en casa, están en contra de la separación.

Al negarse a establecer un nivel mínimo de participación para que el voto de secesión fuera declarado válido, los líderes independentistas del gobierno regional de Cataluña revelaron cómo interpretarían los resultados antes de que se procediera a la votación. Su táctica engañosa reflejaba una inquietante disposición a manipular a sus ciudadanos. Declarar la independencia sobre la base de un referéndum defectuoso fue un acto políticamente irresponsable de desprecio por las normas democráticas.

Tal irresponsabilidad es una amenaza no solamente para España, y no solamente para Europa, sino también para la misma Cataluña. Como en tantos otros referéndums, este voto de independencia falso ha abierto una profunda fractura en la sociedad catalana. Las familias y los vecinos ahora están divididos, amargamente en muchos casos. Las únicas personas que se beneficiarán de esta farsa jurídica, como sabemos, son aquellos que quieren destruir la UE y que ya han comenzado a explotar la causa de la independencia catalana para sus propios fines.

Por lo tanto, es vital que todos los ciudadanos de España actúen para detener cualquier nueva escalada y, en su lugar, comiencen a negociar. El futuro de Cataluña y el futuro de mi propia comunidad flamenca en Bélgica, donde algunos también están haciendo agitación por la independencia, no radican en una separación brutal, sino en la cooperación dentro de las estructuras federales, en una Europa federal.

La experiencia del País Vasco es ilustrativa a este respecto. Bajo la democracia de España, los vascos han desarrollado su región para beneficio de sus habitantes, no únicamente venciendo el terrorismo, pero también reinventándose a ellos mismos, de manera orgullosa y autónoma.

En política, no es ninguna vergüenza alcanzar un compromiso. Todo lo contrario: Cuando se debe hacer una elección entre una negociación constructiva y la pureza ideológica, siempre es mejor elegir el camino de la unidad, por pequeños que sean los pasos.

En su famoso libro La Marcha de la Locura, la historiadora Americana Barbara Tuchman advirtió contra el impulso de «tirar lo mayor por lo menor» y «perseguir lo impracticable sacrificando lo posible». Los líderes de ambos lados de la crisis secesionista de España harían bien en prestar atención a sus palabras.

 

Guy Verhofstadt, ex-primer ministro belga, es Presidente del Grupo de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE) del Parlamento Europeo y autor de  La Última Oportunidad para Europa: Por qué los Estados Europeos Deben Formar una Unión Más Perfecta.