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Hay que rechazar la falsa disyuntiva que se nos propone: ni la aventura independentista ni la parálisis de los conservadores. Ni SÍ, ni NO: reservamos nuestro voto para una mejor ocasión, por una reforma que valga la pena

En dos jornadas vertiginosas, la mayoría del Parlamento de Cataluña ha aprobado las llamadas “leyes de desconexión” (la ley del referéndum y la ley “de transitoriedad y fundacional de la República”), y el gobierno catalán ha aprobado el Decreto que se deriva, y ha convocado un referéndum para el día 1 de octubre.

Las formas importan: las leyes se han aprobado contra los informes de los letrados del Parlamento y la opinión del Consejo de Garantías Estatutarias; sin permitir que la oposición las conociera con suficiente antelación; sin posibilidad de enmiendas a la totalidad; y sin ninguno de los elementos habituales de la tramitación legislativa. Si la mayoría parlamentaria ha aprobado las dos supuestas leyes a golpes y con prisas, es por una razón de fondo: se trata de un referéndum inviable, por falta de acuerdo con las instituciones centrales (Gobierno español y Cortes Generales), y por el nulo reconocimiento internacional recibido por el “proceso”.

En otras palabras: no es un referéndum que pueda tener consecuencias reales. Como habíamos dicho aquí mismo, se trata de un referéndum sin legitimidad, sin garantías y sin posibilidad de ser admitido dentro de los criterios de la “comisión de Venecia”. Sirve, sólo, para mantener vivo el “proceso”, y para mantener en funcionamiento la alianza entre Juntos x Sí y la CUP; es un referéndum partidista, orientado a movilizar exclusivamente los simpatizantes de la causa y que excluye las razones y los argumentos de la mitad del Parlamento de Cataluña (que es la mitad sólo por la magia de la ley electoral: los sectores excluidos tuvieron la 2015 más del 52% de los votos).

Por eso es un referéndum que no puede llamar a los demócratas, a quienes queremos mejorar la situación de Cataluña y los que quieren transformar España en sentido federal. Al contrario: dividiendo a los catalanes, y focalizando todo en el choque con el Gobierno de Madrid, imposibilita todo progreso real, no hace nada más que endurecer el clima político reforzando a los sectores centralistas y bloqueando la situación.

La reacción del gobierno central ha sido fulminante: recursos al Tribunal Constitucional, denuncia a la Fiscalía, indicación directa a los alcaldes y a los altos funcionarios de la Generalitat del carácter ilegal de la convocatoria. Pero la mera prohibición no lleva a ninguna parte: no propone ninguna solución, ni ningún programa de trabajo alternativo. La solución, la única posible solución, es avanzar decididamente hacia la federalización de España en el contexto de una Europa más unida y democrática. Para los que compartimos este objetivo, hay que rechazar la falsa disyuntiva que se nos propone: ni la aventura independentista, ni la parálisis de los conservadores. Ni SÍ, ni NO: reservemos nuestro voto para una mejor ocasión, para una reforma que valga la pena. El primero de octubre será el último día del pasado: la no participación en el pseudo-referéndum abre el camino hacia la vía federal.

Editorial de Federalistes d’Esquerres, 8 de septiembre de 2017

 

ESTO NO ES UN REFERÉNDUM (Editorial de Federalistes d’Esquerres, 11 de junio de 2017)