Estoy harta. Harta de un procés que desde hace cinco años gira y gira como una noria, sin ir a ninguna parte, pero consumiendo energías, monopolizando debates, derrochando recursos públicos que sufragamos todos. Harta de un Govern que ni gobierna ni deja gobernar. Harta de unos gobernantes que presumen de desobedecer y engañar mientras nosotras, las ciudadanas de a pie, tenemos que cumplir escrupulosamente las leyes. Harta de que nos digan que han preparado una ley importantísima… que no nos enseñan, y que pretenden aprobar por sorpresa y sin debate parlamentario. Por “astucia”, dicen. Estoy harta de que llamen “astucia” a conspirar contra la mitad de su propia población. Harta de que señores que han ido a colegios de pago y tienen casa en la Cerdanya se comparen con Rosa Parks. Más respeto a Rosa Parks, caramba. Estoy harta de que intenten convencernos de que democracia es igual a referéndum. ¿Desde cuándo votar sí o no es más democrático que elegir entre varios programas? Esto último, al menos, permite pactar, y cambiar al cabo de cuatro años. En un referéndum quienes pierden lo pierden todo (y según quién gane, lo pierden para siempre): su humillación e impotencia pasarán factura. Un buen gobierno ¿es el que intenta unir y conciliar o el que se empeña en enfrentar y dividir?
Estoy harta de que nos digan que democracia es “poner las urnas”, mientras pisotean las normas que emanan de las urnas anteriores. Estoy harta de que a cualquier crítica, el independentismo conteste: “Y tú más”. ¿Están contra la corrupción, la sumisión de los medios públicos al gobierno de turno, las trampas? ¿O sólo cuando lo hacen los otros? Estoy harta de un Govern que se cree que somos ciegos y no vemos que todo ese postureo, grandes gestos y fotos para la historia aspiran a distraernos del caso Pujol, el caso Palau, el caso 3%. Estoy harta de que piensen que los charnegos son idiotas, y que Encarni se va a creer que el voluntario de la ANC que llama a su puerta le pagará la pensión de su bolsillo. Estoy harta de quienes nos advierten que “la transición” (hacia una situación que la mayoría no avalamos con nuestros votos) “no será pacífica”, como si ellos no tuvieran nada que ver con esa violencia que anticipan. Harta de contemplar ¿Y a nosotros, la mitad de la población catalana, qué papel nos asignan en esta tragicomedia? Mucho me temo que el peor papel del auca: el de rehenes a quienes nos gobiernan entusiasmados con su relato épico: ellos, el heroico David, contra el malvado Goliat español.
La Vanguardia, 9 de marzo de 2017