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¿Como enfrentarnos con eficacia al populismo y la demagogia? ¿Cómo utilizar las herramientas de la razón sin dar a los adversarios el monopolio de la emoción? Todos luchamos por un mundo donde todos los seres humanos tengan los mismos derechos vengan de donde vengan y sean de donde sean, sin que “primero” ( “America first”, “Cataluña primero”) sea patrimonio de ninguna nacionalidad

Existe un debate abierto sobre hasta qué punto el soberanismo catalán comparte características comunes con otros movimientos nacional-populistas. La existencia de este importante debate está legitimada por la participación en él de algunos representantes del independentismo catalán, que se han visto en la necesidad de defenderse. Bienvenido, pues, el debate. Es hora quizás también de abrir un debate sobre qué podemos aprender unos de otros los que nos resistimos a estos movimientos diversos y heterogéneos pero con rasgos comunes, o que los vemos con enormes reticencias.

Cuando los independentistas catalanes dicen que no son nacionalistas yo lo celebro, porque considero que el nacionalismo es una de las grandes plagas de la humanidad. Me alegro que quieran distanciarse del nacionalismo. Claro que uno mismo no es nunca un buen juez de su propio comportamiento y es bueno poder discutir estas autoevaluaciones con criterios más objetivos. Por ejemplo, el director de TV3, la televisión pública catalana dice que su cadena no trabaja por el independentismo, pero la evidencia empírica objetiva apunta en otra dirección.

Ahora algunos dirigentes del independentismo catalán han decidido entrar pues en el debate sobre el grado de semejanza de su movimiento respecto a otros movimientos populistas, como los que lideran personajes como Trump, Farage o Le Pen. Por ejemplo, la alcaldesa de Sant Cugat y presidenta de la Diputación de Barcelona Mercè Conesa publicó un artículo en La Vanguardia titulado “El soberanismo catalán no es populista”.

Es bienvenido el intento de desmarcarse del populismo en ascenso, porque entre este populismo hay fenómenos xenófobos tan inquietantes como el Brexit, los citados Trump y Le Pen, la Liga Norte, Wilders, los Auténticos Finlandeses, Viktor Orban, los nacional-católicos polacos, los euro-escépticos italianos, Narendra Modi en la India o Vladimir Putin. Seguramente me dejo alguno. Existen diferencias entre ellos: en su grado de vulgaridad, en su grado de xenofobia, en el componente religioso, en la utilización de instituciones de gobierno, o en el hecho de que algunos de ellos han apoyado el independentismo catalán y otros no, etc.

Las semejanzas entre ellos incluyen que NO son fascistas sino que aspiran a manipular la democracia en su favor sin abandonarla; la búsqueda de enemigos exteriores o interiores y chivos expiatorios; hincapié en la distribución de la renta entre territorios y no entre personas o clases sociales; la preferencia por la democracia directa; una cierta visión épica de la política; el ataque a la división de poderes (incluyendo los ataques a la prensa independiente o la manipulación de los medios públicos). Creo honestamente que algunas de estas características, si no todas también, caracterizan el actual movimiento independentista catalán, o al menos el comportamiento de sus líderes, más allá de aspectos anecdóticos, como políticos que en el pasado presentaban “reality shows” y que presumen de hacer discursos sin leer, tal como expresan las ideas; o la curiosa semejanza entre los slogans de campaña de Marine Le Pen y Mas hablando “en nombre del pueblo” o de la “voluntad de un pueblo”. Por cierto, algunas de estas características también las comparte o las compartía el político del PP García-Albiol, especialmente cuando era alcalde de Badalona, ​​una de las principales ciudades de Cataluña.

En el mismo artículo de la señora Conesa, aunque habla tranquilizadoramente de la vocación europea del catalanismo (de verdad que lo celebro), también reivindica la celebración de referendos dicotómicos y utiliza la retórica de las “naciones libres”, dos argumentos que también pertenecen a la caja de herramientas de la señora Le Pen. Sería bueno que su europeísmo le explicara a sus aliados eurofóbicos de la CUP o algunos manifestantes de ERC a los que se ha visto quemando banderas europeas, o que le explicara a otra líder independentista, la Sra. Mònica Terribas (que tiene un segundo empleo como presentadora estrella de la radio pública), que en una reciente entrevista en un diario ponía su hispanofobia en el contexto de su euroescepticismo: “un proyecto colectivo fracasado”, sin el cual pero quizás no hubiéramos vivido las décadas de más paz, libertad y progreso de nuestra historia en Cataluña, España y en todo el continente.

Para que los intentos de desmarcarse de la Internacional Nacional-Populista sean más creíbles, los independentistas catalanes podrían tomar una serie de iniciativas, como eliminar el control político de los medios públicos de comunicación, o desmarcarse de la proclamación parlamentaria de su ” hoja de ruta “donde presumían de tirar por la borda la división de poderes (” ninguna autoridad “no debería interferir en las decisiones del Parlamento de Cataluña sobre ningún tema).

Las semejanzas entre los movimientos de resistencia también son notables. Todos luchamos por un mundo donde todos los seres humanos tengan los mismos derechos vengan de donde vengan y sean de donde sean, sin que “primero” ( “America first”, “Cataluña primero”) sea patrimonio de ninguna nacionalidad. Y luchamos intentando estructurar, institucionalizar la fraternidad y no sólo proclama la. Y todos luchamos por una democracia mejor que no sea sometida a manipulaciones. Y también todos los que nos resistimos tenemos en común las mismas dudas e interrogantes.

¿Cómo enfrentarnos con eficacia al populismo y la demagogia? ¿Cómo utilizar las herramientas de la razón sin dar a los adversarios el monopolio de la emoción? ¿Como ofrecer esperanza a las clases medias y trabajadoras de los países desarrollados que ven con temor como avanza la globalización? Por eso quizás ha llegado la hora de pasar de la resistencia global a la alternativa federal. No se puede dejar que la voz la monopolicen los que ofrecen falsas panaceas, mientras los que tenemos ideas para institucionalizar la fraternidad (el federalismo) somos silenciados, y otros miran hacia otro lado para no perder amigos, con argumentos como que el nacional-populismo es el proyecto político más potente y que “el pueblo” ya decidirá.

Blog Esquerra sense fronteres, 19 de febrero de 2017