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La debilidad del procesismo es extrema. Hablar de liderazgos es un sarcasmo. Su capacidad de aglutinar mayorías está estancada. Por tres veces ha demostrado su fuerza y también sus limitaciones, a enorme distancia de lo que se necesitaba para saltar los altísimos muros de la legalidad y del reconocimiento internacional. Solo queda mientras tanto la bala de plata, la fórmula mágica que permite mantener el proceso más allá del proceso para que el procesismo siga aguantando. Siempre a la espera de un dirigente independentista lúcido y valiente, y también convincente naturalmente, que diga de una vez y claramente la verdad a los catalanes, y sobre todo a los fervorosos creyentes procesistas. “Bala de plata” (El País, 15 de enero de 2017)