(La Vanguardia) El problema de fondo no es lo que pueda hacer a partir de ahora Trump; el problema es por qué ha llegado hasta donde está. La propia Le Pen lo verbalizó así: “En todo caso, ha hecho posible lo que era presentado como imposible”, en una frase calcada a la reacción del expresident Mas tras la victoria de Trump: “Parecía imposible que ganase, pero ha ganado, y digo esto porque, a ojos de muchos, aquello que a veces parece imposible acaba resultando posible”
Sí, así empezaba el Manifiesto comunista, publicado en Londres el 21 de febrero de 1848 por Marx y Engels. Hoy podríamos escribir otro manifiesto, de signo bien distinto, que rezase más o menos así: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del populismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes ante la perspectiva de una revolución populista. Las clases medias, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar”.
Sí, ese manifiesto populista fue esbozado el domingo pasado por Marine Le Pen en una entrevista en un programa estrella de la BBC. La líder del FN olvidó un hecho –con el resultado de las elecciones americanas, en Francia sería presidenta Hillary Clinton al haber obtenido más votos populares– y situó la victoria de Trump en la antesala de su triunfo en las presidenciales del 2017: “Hay que situar la decisión en la perspectiva del no francés a la Constitución europea y del resultado del Brexit, pero también en la emergencia de movimientos ligados a la nación, de movimientos patrióticos, en todas partes de Europa”. Su conclusión: “La victoria de Donald Trump es una piedra suplementaria en la emergencia de un nuevo mundo, que tiene por vocación reemplazar el viejo orden”.
El orden nuevo se sustenta sobre un relato en el que el eje tradicional izquierda/derecha ha sido sustituido por otro: los de arriba y los de abajo, el establishment y los outsiders… La tecnocracia frente al populismo, en suma, según el marchamo que cada uno de sus actores, situados en extremos opuestos del arco político, quiera darle. Todos ellos han sabido sintonizar con la corriente de miedo y desafección que se ha desatado en las sociedades occidentales en este ciclo de crisis y comparten un factor que los identifica: dar respuestas simples a problemas complejos.
Sin embargo, sería hora de preguntarse también sobre la parte de responsabilidad individual en el auge de esa ola populista contra la vieja política: ¿cómo es posible que una clase política tan mala surgiese de una gente tan buena? El problema de fondo no es lo que pueda hacer a partir de ahora Trump; el problema es por qué ha llegado hasta donde está. La propia Le Pen lo verbalizó así: “En todo caso, ha hecho posible lo que era presentado como imposible”, en una frase calcada a la reacción del expresident Mas tras la victoria de Trump: “Parecía imposible que ganase, pero ha ganado, y digo esto porque, a ojos de muchos, aquello que a veces parece imposible (…) acaba resultando posible”.
El 24 de noviembre de 1923 el periodista Eugeni Xammar publicó en La Veu de Catalunya una entrevista que, en compañía de Josep Pla, mantuvo con Hitler, que acababa de protagonizar un golpe de Estado de opereta en una cervecería de Munich: “Herido y encarcelado, Hitler sigue siendo para nosotros el mismo que, intacto y en libertad, era: el necio más sustancioso que, desde que estamos en el mundo, hemos tenido el gusto de conocer. Un necio cargado de empuje, de vitalidad, de energía; un necio sin medida ni freno. Un necio monumental, magnífico y destinado a hacer una carrera brillantísima”.