(borrador provisional)

Nieves Lagares y Ramón Máiz

Universidade de Santiago de Compostela

En este capítulo exploraremos la cuestión de si existe espacio político para una eventual acomodación federal de las demandas de autogobierno en la Cataluña actual y, en su caso, como se configura el mismo. Con el fin de responder a esta pregunta, sin embargo, se impone una cuestión previa; a saber: qué entendemos por “federalismo”. La preconcepción sobre lo que constituye una federación resulta de todo punto decisiva, porque condiciona no solo la lectura e interpretación de las encuestas sobre la “solución al problema de Cataluña”, sino, de modo aún más decisivo, la propia operacionalización del concepto y su traducción en el diseño del cuestionario. Sostendremos en lo que sigue que la utilización acrítica de un modelo reduccionista y muy problemático de federalismo ha sesgado en muchas ocasiones la posibilidad misma de conocer con precisión las opiniones y actitudes del electorado hacia una solución de tipo federal en Cataluña y en España. La crítica de este modelo standard y la elaboración de una visión alternativa de federalismo están en la base del parcialmente innovador diseño que se ha experimentado en la encuesta que sirve de base a esta investigación (Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015) y que se elabora tanto en este capítulo dedicado a la solución territorial del problema catalán, como en el estudio sobre la identidad nacional del capítulo anterior.

 

  1. Para un concepto evolutivo de Federación y Federalismo.

El concepto dominante de federalismo en el debate español, no solo resulta minoritario frente a la hegemonía de distintas variantes de nacionalismo de Estado y nacionalismos contra el Estado, sino que, cuando se postula, resulta deudor, las más de las veces, de una visión estructural y estática, muy cuestionable tanto desde el punto de vista teórico como empírico y comparado. Podemos sintetizar las principales características de esta visión hegemónica federal (en la Declaración de Granada del PSOE de 2013, en muchos estudios académicos de Derecho Público y Ciencia Política y en los medios de comunicación en nuestro país con los siguientes rasgos: 1) es una visión estructural y rígida, esto es, atiende a una distribución de competencias en el bloque de constitucionalidad (Constitución y Estatutos de Autonomía) que cristaliza ámbitos competenciales cuya invasión da lugar a conflictos que se solventan vía Tribunal Constitucional; 2) es una concepción estática, ora centrada en la distribución de poderes de los puntuales pactos fundadores (Constitución y Estatutos), que aboca a una preocupación constante por el “cierre” y el “techo” jurídicos del sistema, formulada desde una perspectiva de equilibrio y falta de incentivos para la trasformación del sistema, nada apta para dar cuenta del cambio económico, social, político e institucional en España y en Europa; 3) es una visión federal centralista, obsesionada con la cooperación (“federalismo cooperativo”) y la coordinación jerárquica del sistema desde los órganos centrales del Estado; 4) es una perspectiva nacionalista de Estado, que desconsidera por definición (“una soberanía”, “una nación”) la realidad de un Estado plurinacional; 5) en fin, postula una versión de federalismo simétrico que, peraltando al extremo “la igualdad de derechos de los españoles”, desatiende la dimensión capital de experimentación en políticas públicas y de pluralidad de preferencias políticas de los diversos electorados y de los gobiernos autónomos resultantes de las mismas.

En este libro argumentaremos que, frente a esta óptica estructural y estática del federalismo, resulta mucho más apropiada, teórica y empíricamente, una visión evolucionista de las federaciones. La interpretación evolutiva que aquí se propone resulta en buena medida deudora de nuevas corrientes en las ciencias sociales tales como la teoría evolucionista del comportamiento político (Alford & Hibbing 2004, Bowles & Gintis 2011), el evolucionismo institucional (Steinmo 2010, Blyth, Hodgson, Lewis & Steinmo 2011, Lustick 2011), el neoinstitucionalismo histórico (Thelen 2004, Streeck & Thelen 2005) y el neoinstitucionalismo discursivo (Schmidt 2011). Pero conecta asimismo con destacados programas de investigación sobre federalismo adaptativo (Agranof 1999, Simeon 2001, Bednar, 2009, 2011, 2014), y con los enfoques constructivistas del nacionalismo y las identidades étnicas que hemos desarrollado en el capítulo anterior (Shelef 2010, Chandra 2012).

De hecho, el federalismo constituye, desde el punto de vista de la política comparada, un sistema político que ha mostrado una inigualable capacidad de adaptación y resiliencia en muy diferentes contextos sociales y económicos, así como de extraordinaria variación en sus arreglos institucionales y flexibilidad en el tiempo para enfrentar diversas coyunturas, cambios o crisis. En esta perspectiva una federación puede ser considerada como un conjunto estratificado y traslapado de reglas, normas y actores que, producto de un continuo proceso evolutivo, nunca está por completo suturado ni definitivamente cristalizado y genera una gran capacidad de variación en el espacio y de transformación (réplica e innovación) en el tiempo. De este modo, en contra de lo asumido por la visión estructural, desde una óptica evolucionista se asume que “una federación sólida es flexible no rígida” (Bednar 2009: 15).

Podemos sintetizar brevemente, a los efectos que aquí importan, las principales características de esta visión evolutiva del federalismo como sigue:

1) La teoría evolucionista constituye un paradigma interaccionista (Mayr 2001, Fearon, Ferejohn, Weingast et al 2013), esto es, no privilegia a priori ni a los actores ni a las estructuras. Desde el punto de vista federal esto se traduce en que el énfasis exclusivo en las estructuras de incentivos deja paso a un neoinstitucionalismo atento a los actores y, sobre todo, a la interacción entre actores, ambiente (contexto social político y económico) e instituciones en los niveles micro y macro. De esta suerte las instituciones federales se insertan en un complejo y cambiante conjunto de reglas, normas, valores y conductas. Esta interacción es la que, desde un punto de vista evolutivo, impide pensar un sistema federal desde la falacia ontológica de la simple agregación de sus partes constitutivas: hay propiedades emergentes en el conjunto institucional que no estaban dadas en los componentes previos (estos no constituyen, en rigor, sus variables independientes explicativas) (Blyth, Hodgson, Steinmo 2011). Las reglas y las normas, sin embargo, no agotan el funcionamiento del sistema que depende de la adherencia de los actores, de su contestación o reproducción parcial de las mismas. Diversas conductas son posibles, con resultados previstos unas veces e imprevistos otras, y todas coexisten y cambian en el seno del mismo sistema. Del mismo modo que en biología evolutiva el Fenotipo es el resultado de la interacción entre el Genotipo y el Ambiente, en la perspectiva adaptativa del federalismo que aquí se propone la interacción política entre los arreglos institucionales, las estrategias de los actores, la competición o solapamiento de identidades, las decisiones de los diferentes niveles de gobierno etc. constituye el fulcro de una concepción de las federaciones como procesos políticos indeterminados y contingentes, más que como estructuras cristalizadas de una vez para siempre (Nicolaidis & Howse 2001).

2) El evolucionismo contemporáneo no es teleológico ni postula un desarrollo necesariamente eficiente de un sistema modélico (en contra de lo que se cree, no suscribe la tesis spenceriana de la “supervivencia del más apto”). Esto se traduce, en el ámbito que aquí importa, en el abandono de las pretensiones de construcción de un concepto o diseño federal canónico, superior y universal, mediante la fijación rígida de unas características imprescindibles. La perspectiva evolutiva, por el contrario, invita a dejar de lado la pulsión taxonómica centrada en determinar que es y no es auténtico federalismo, que tipo de arreglo institucional encaja en   la categoría (en biología se diría la “especie”) federal, esto es, abandona la febril procura de cómo deslindar federalismo y “autonomía”, federalismo y “cuasifederalismo” etc. La visión evolucionista postula una idea de federación como sistema complejo adaptativo, es decir, un sistema dotado de una extraordinaria capacidad de experimentación y variación en el tiempo y en el espacio, según requieren diversos contextos específicos. Todas las federaciones cambian históricamente y se adaptan a nuevas estructuras de oportunidad, de la mano de una constante interacción entre actores e instituciones. Y el resultado de este cambio no es una vía regia a la federación ideal-típica sino un continuum de una amplia gama de desarrollos y variaciones federales. A partir de un núcleo duro- integrado por: soberanía compartida, autogobierno y co-gobierno jurídica y políticamente garantizados mediante pacto y producción política de la confianza – muy diversos factores actúan y poseen diferente peso en cada federación concreta, de tal modo que las mismas variables importan de modo distinto en diferentes contextos. Con el transcurso del tiempo las propias variables cambian, se adaptan y resultan afectadas por los procesos políticos en curso (Steinmo 2011: 11). El federalismo adaptativo se muestra, así, especialmente capacitado para dar cuenta de la enorme variedad de formas, mecanismos, diseños y prácticas que muestran los sistemas federales en todo el mundo (Watts 2008).

3) Los sistemas biológicos raramente están en equilibrio, los sistemas políticos tampoco, lo que en nuestro caso podría traducirse, en síntesis, como: “las federaciones exitosas no están en equilibrio” (Bednar 2014). Frente a una perspectiva federalista estática propia de la visión estructural, sea en al ámbito jurídico (“blindaje” de competencias en el bloque de constitucionalidad y control jurisdiccional del TC), o politológico (modelos de equilibrio con ausencia de incentivos institucionales a los actores para alterar el actual estado de cosas), la visión evolutiva proporciona una perspectiva dinámica, atenta al cambio y abierta a la contingencia. En concreto, la concepción evolucionista proporciona tres mecanismos explicativos clásicos del cambio que revisten aquí especial relieve; a saber: variación, selección y refuerzo (Mayr 1982, Dennet 1995). La variación es el resultado de aprendizaje político e innovación mediante ensayo y error, de la eliminación mediante selección de determinados diseños o arreglos institucionales y la retención de otros que se han mostrado especialmente aptos en determinados contextos y resultan, de este modo, reforzados para el futuro del sistema. La selección constituye un proceso estratégico de filtrado y depuración de arreglos institucionales, ahora bien, en su implementación, la repetición y la herencia es, sin embargo, siempre imperfecta. No hay replicación pura, sino replicación con variación (Hodgson 2002), las federaciones se adaptan no solamente a diferentes contextos en el espacio (variedad), sino a diferentes realidades económicas y sociales (cambio) (Simeon 2001).

4) La perspectiva evolutiva del federalismo aporta, además, una visión de cambio institucional endógeno y gradual, no exclusivamente exógeno y disruptivo. Desde esta óptica, la flexibilidad y aún ambigüedad en los arreglos federales permiten mejor la adaptación que la rigidez, el “cierre del sistema” o el “blindaje competencial”. La interacción continua entre las estrategias adaptativas de los actores y la selección y refuerzo institucional y ambiental generan, en la mayoría de las ocasiones, cambios graduales, progresivos. La perspectiva evolutiva, dinámica y atenta al cambio, postula que muchas modificaciones no se realizan generalmente mediante grandes transformaciones estructurales, reformas constitucionales de vasto alcance, ni ante el impacto de crisis externas (como sostienen los modelos de “punctuated equilibrium” inspirados en la obra Stepehn Jay Gould) (Gould 2002), sino a través de modificaciones aparentemente menores o ad hoc. Estas últimas se implementan de modo muy diverso: negociaciones, acuerdos parciales, interpretaciones o incluso omisiones constitucionales. En numerosas ocasiones, las federaciones, más que mediante mecanismos formales como reformas constitucionales, las cuales tratan de abordar todas las cuestiones pendientes de distribución competencial y tensión identitaria, proceden mediante mecanismos políticos informales más sutiles (Wattts 2008). Por ejemplo, resulta muy frecuente que la evolución de las federaciones proceda mediante cambios constitucionales implícitos, “cambios constitucionales sin reforma constitucional” (Colino 2009, Colino y Olmeda 2012), o incluso recurriendo a “silencios constitucionales” (Foley 1989, Simeon 2001), o “silencios acordados” (Erk & Gagnon 2000, 2001) que dejan estratégicamente abiertas cuestiones conflictivas. Todo ello se realiza mediante mecanismos muy diversos como delegaciones competenciales, interpretaciones, acuerdos parciales bilaterales o multilaterales (“compacts”), con o sin mecanismos de autorrefuerzo etc. Por todo ello la perspectiva evolutiva se muestra más adecuada que la estructuralista, para dar cuenta del proceso multidimensional de continuidad y cambio, formal e informal, en las federaciones. Sobre todo porque devuelve al primer plano un aspecto clave: la política, esto es, la renegociación y los acuerdos, las soluciones provisionales de múltiples ganadores, frente a la sola aplicación del derecho y la judicialización de la riquísima vida federativa, en suma, frente al “Estado federal jurisdiccional” (Caamaño 2014).

Las federaciones estables tienden a desarrollar una serie de “mecanismos de selección” o salvaguardas federales que retienen las mutaciones beneficiosas para el sistema y minimizan o rechazan aquellas que ponen en peligro la solidez de cada proyecto federal específico. Es por ello, entre otras razones, por lo que “una federación congelada en el tiempo es una federación moribunda” (Bednar 2011). Ahora bien, el número y la prioridad política e institucional de esas salvaguardas difiere notoriamente, en una perspectiva evolutiva, de la en exceso monista y reductiva, propia de la visión estructuralista o de equilibrio, centrada en el control judicial de los incumplimientos del pacto constitucional originario o las sucesivas (y escasas) reformas formales. En efecto, en esta última perspectiva, dos son los mecanismos básicos de selección: 1) la distribución competencial entre los dos ámbitos de gobierno (Unión y Estados miembros) y 2) la jurisdicción constitucional, concentrada o difusa, ejerciendo al control judicial de las invasiones competenciales. Desde una perspectiva evolutiva, sin embargo, el número, variedad y el orden mismo prioritario de los mecanismos de salvaguarda resulta muy diferente; a saber: 1) distribución de poderes entre los diversos niveles; 2) el sistema de partidos complejo y no centralizado (con competición de fuerzas de ámbito estatal y de ámbito no estatal) agregando y diversificando las preferencias políticas; 3) la opinión pública y la cultura política federal que proveen, suministrando valores, actitudes y disposiciones a los ciudadanos, el criterio de lo permisible en la invasión competencial (recuérdese El Federalista Nº 46 y 51)( Hamilton, Madison & Jay 2015: 369-375, 397-402); 4) la negociación bilateral y multilateral, así como el ocasional conflicto intergubernamental; y 5) por último, el control judicial, a su vez influenciado por la cultura política y la opinión pública.

5) La visión evolutiva subraya, además, una característica fundamental del federalismo, que se deriva del principio de la soberanía compartida: la presencia de una pluralidad de gobiernos autónomos, dotados de un sólido espacio competencial, capaces de experimentación e innovación (Ferejohn & Weingast 1997). Es por ello que el modelo de “federalismo cooperativo” presenta, desde la óptica evolutiva, muy serios problemas debido a varias de sus características: 1) su centralismo (mediante la imposición de mecanismos de coordinación jerárquica); 2) su crónico déficit democrático, derivado de las “trampas de decisión conjunta” (Scharpf) o “trampas de consenso” (Darnstädt); y 3) su bloqueo o entorpecimiento de la experimentación y la acomodación de la diversidad de políticas públicas autónomas. En este orden de cosas, la visión adaptativa y evolucionista del federalismo resalta, por una parte, que los conflictos, la invasión ocasional de competencias, en definitiva, el “oportunismo” (encroachment de la Unión o shirking de los Estados miembros) resulta inherente y funcional al federalismo. Es más, las trasgresiones de ámbito competencial, mientras se mantengan dentro de ciertos límites, resultan funcionales para el sistema, porque permiten reajustes, innovación, exploración de espacio para posibles acuerdos, innovaciones en la redistribución competencial, adaptación a nuevos contextos y variada intensidad de las preferencias etc. Por otra parte, la perspectiva evolutiva favorece el empleo de mecanismos opting-out y cooperación reforzada, como por ejemplo el “derecho a la diferencia” (Abweichungsrecht), que permite la no aplicación por parte de un Estado, en determinadas circunstancias, de una norma de la Federación. En definitiva, la óptica adaptativa apunta más bien a una suerte de un “competitive welfare federalism” (Keating 2012) o “uncooperative federalism” (Bednar 2014), en el que los Estados conservan amplias facultades de experimentación, diversificación y aprendizaje en políticas públicas y autonomía fiscal, frente a la obsesión cooperativa por la armonización intergubernamental.

6) Ahora bien, si la óptica evolutiva atiende a la central capacidad de experimentación, diversidad y aprendizaje de las federación mediante procesos varios de selección multinivel (Blyth, Hodgson, Steinmo 2011), un problema adicional de la visión estructural – jurídica o politológica institucionalista clásica – radica en su holismo, la obsesión por una (forzada) coherencia interna del sistema. La perspectiva evolucionista, por el contrario, abre espacio para atender a la complejidad, a las contradicciones y desajustes, a los inevitables compromisos inestables entre subsistemas y elementos diferentes que surgen en el proceso. El federalismo se muestra siempre inestable por diseño, atravesado por su tensión constitutiva entre autogobierno y coordinación: unas veces la Unión erosiona el ámbito competencial de los Estados; otras se produce free-riding de los Estados vulnerando las competencias federales (Weingast & De Figueiredo 1998). El federalismo, en cuanto sistema adaptativo complejo, presenta por definición conflictos internos o desajustes entre los diversos órdenes institucionales que lo integran. Todo sistema federal evoluciona a través de una tensión inevitable entre procesos de centralización y descentralización o, si se prefiere, por medio de tendencias y contratendencias de federalización (descentralización y asimetría) y desfederalización (recentralización y resimetrización) (Beramendi & Máiz 2004, Máiz & Caamaño 2010).

Es más, habida cuenta de que el federalismo reemplaza el principio jerárquico y vertical de la soberanía (tanto de la federación como de los Estados miembros) por el principio horizontal, competencial, de la soberanía compartida (y si la soberanía está repartida pierde sus clásicos atributos de indivisibilidad e indelegalibilidad)(Rodden 2006, Keating 2012), la visión piramidal de la distribución del poder se reemplaza por otra, en red, que alumbra un sistema de ámbitos autónomos en eventual fricción, que requiere una eficaz coordinación no jerárquica entre las partes constitutivas. Y esta inevitable “fricción institucional” constituye una causa mayor de los cambios endógenos en los sistemas institucionales complejos (Steinmo 2010, Shelef 2010). Todo ello se traduce, desde una óptica evolutiva, en que la adaptación de los sistemas federales se produce en varias direcciones y mediante mecanismos diversos que coexisten simultáneamente. De ahí que el modelo de federalismo adaptativo no se corresponda con la ordenada y estratificada disposición de capas de un layer cake, sino con la más caótica de un marble cake, según la clásica metáfora de Grodzins (Grodzins 1966). El mundo “dual” de la distribución estanca y hermética de competencias, si es que tal mundo ha existido alguna vez, ya no volverá en el contexto globalizado y multicéntrico de nuestros días.

7) La óptica interactiva y atenta a la variación, la selección y el refuerzo del evolucionismo permite conectar, en el análisis de las federaciones, con algunas aportaciones más recientes del neoinstitucionalismo histórico. El cuestionamiento sistemático de la asunciones del primer institucionalismo de elección racional (intereses objetivos, preferencias fijas, incentivos institucionales neutrales), abre alentadoras posibilidades para el análisis del federalismo actual. Así, las instituciones no constituyen una dimensión exógena del proceso sino propiamente endógena (Rodden 2006), forman parte activa del problema y orientan, seleccionan y filtran en una dirección u otra. En la lógica evolutiva, las actitudes, valores, esquemas y marcos cognitivos se ubican simultáneamente y de modo interactivo en la mente de los individuos y en las estructuras políticas institucionales. Esto genera tanto replicaciones y reproducciones varias de las pautas institucionales, como contestaciones e innovaciones contingentes de las mismas.

Esta perspectiva evolutiva, enlaza también con desarrollos recientes de la escuela de la elección racional y, sobre todo, del neoinstitucionalismo discursivo, cada vez más críticos con la visión homo oeconomicus maximizador de utilidades individuales. En concreto, se han abandonado las asunciones de la versión primera de la teoría para admitir que las preferencias no son coherentes, discretas, estables o igualmente intensas (Steinmo 2007). Es más, como quiera que las preferencias se forman mediante la experiencia histórica individual y del grupo, en toda federación, y especialmente en federaciones plurinacionales: a) diferentes grupos desarrollan diversos conjuntos de preferencias en las que predomina un determinado tipo de conducta, identidades y demandas colectivas; b) la dominancia de ciertas preferencias colectivas no obsta a que exista siempre una gran variación y diferencias en el seno de un mismo grupo; y c) los individuos y los grupos poseen múltiples preferencias e identidades no transitivas y a menudo en conflicto entre ellas. Frente a la asunción de los “intereses objetivos” y las “preferencias cristalizadas” (Berman 2001, Weingast & Katznelson 2005), los intereses siempre se interpretan no solo mediante su inscripción en un conjunto más amplio de creencias y valores, sino que resultan también deudores de emociones contrapuestas (McDermott 2004, McDermott et al. 2008) (resentimiento, empatía etc.). Todo esto resulta clave para el federalismo evolutivo pues plantea la profunda relación, descuidada en la visión estructural, que existe entre las instituciones federales, la producción de las identidades colectivas nacionales y la cultura política federal.

8) La óptica evolucionista del federalismo posee una virtualidad adicional, conecta estrechamente dos campos de investigación que han permanecido, por regla general, ajenos el uno al otro: el estudio comparativo de las federaciones y el análisis constructivista de los nacionalismos y las identidades nacionales que hemos adoptado en el capítulo anterior. En una visión evolutiva las instituciones no “expresan” preferencias e identidades colectivas y nacionales esenciales y previas, dadas de antemano, sino que se sostiene que son precisamente las instituciones, en interacción con los actores, las que seleccionan, filtran, en definitiva, producen unos intereses (preferencias adaptativas) y unas identidades determinadas (superpuestas o mutuamente excluyentes, por ejemplo) y desincentivan otras (Wimmer 2013). Además, los intereses colectivos de los grupos nacionales, su maximización de las oportunidades de bienestar, están inscritos en las creencias sobre el mundo (nacionalismo) y en los valores que informan lo que se considera un “trato justo”.

Por otra parte, las identidades no vienen dadas de antemano en la historia, sino que son construidas políticamente – con mayor éxito o fracaso, con una orientación política u otra (democrática y pluralista o racista y xenofóbica)- mediante complejos procesos de coordinación. En esta perspectiva evolucionista y constructivista, como hemos visto en el capítulo anterior, no es la nación, previamente dada en la historia, la que genera, tarde o temprano, al nacionalismo como su necesaria expresión política. Es el nacionalismo el que, en determinados contextos favorables y en competición con otras ideologías y fuerzas políticas, construye y difunde una versión hegemónica de nación (seleccionada de entre las varias posibles) (Máiz 2003a, 2003b). Así, una nación es el proceso político indeterminado mediante el que un grupo coordina un conjunto de creencias sobre la propia identidad cultural y cuyos representantes demandan un Estado propio – independiente o federado- para defender sus intereses (Laitin 2007). Las culturas nacionales importan porque proveen recursos simbólicos que facilitan la coordinación, condicionan los intereses, valores y afectos de los individuos y los grupos, pero son siempre contestadas y plurales. Es preciso distinguir, además entre (1) la etnicidad, cultura o identidad colectiva, como la lente a través de la cual se leen, interpretan políticamente, (2) los intereses económicos de un grupo en un determinado contexto. La identidad étnico-cultural y nacional provee una capital reducción de incertidumbre, seleccionada evolutivamente (Barkow, Cosmides & Tooby 1992), que facilita la orientación en la complejidad del mundo social. Al hacerlo exacerba la diferencia nosotros/ellos, propio/ajeno y peralta los peligros de explotación, dominación, injusticia, dominación, pero no aboca por principio a la secesión como única salida. No existen intereses nacionales por excelencia, ni una preferencia política inherente a la identidad nacional: el nacionalismo evoluciona ideológicamente de modo muy diverso movido por la competencia y tensiones externas e internas (Shelef 2010). En los Estados plurinacionales las demandas políticas de las naciones internas son el resultado contingente no solo de la 1) construcción identitaria de las naciones y 2) los intereses económicos, políticos y culturales de las diferentes comunidades, sino del proceso interactivo entre: 3) los arreglos institucionales (modelo territorial de Estado), 4) las políticas (fiscales, lingüísticas etc.) del gobierno central, y 3) las estrategias discursivas y framing de los líderes y los partidos en competencia (Hale 2008, Máiz 2012).

9) Precisamente por esto, la concepción de las federaciones como contextos de acomodación dinámicos, como sistemas políticos complejos y adaptativos, subraya no solo el proceso flexible de experimentación e interacción entre el entorno y los actores. El federalismo adaptativo sostiene que los arreglos federales, en cuanto realidades institucionales evolucionan en cuanto son reconocidas y aceptadas por los ciudadanos (solo existen cuando se cree de modo compartido que existen) y están lingüísticamente constituidas. Lo que apunta a la relevancia de la cultura política federal (esto es, el soporte interpretativo tanto cognitivo como actitudinal) y no solo de los diseños institucionales (Máiz 2013). Ante todo, se requiere un imprescindible thinking federal (Elazar), una supportive political culture (Wildawsky), esto es, la activación de valores y actitudes federales en la ciudadanía, cuya ausencia hipoteca, desde luego, cualquier federación. Pero la perspectiva adaptativa llama la atención sobre una dimensión actitudinal más profunda; a saber: la producción política de la confianza que permita relaciones reciprocidad no instrumental (strong reciprocity), el desarrollo de preferencias sociales y las mínimas dosis de altruismo condicional necesarias para una cooperación leal entre grupos que no dependa exclusivamente de la capacidad de sanción y retaliación (Sober & Wilson 1998, Bowles & Gintis 2013).

Pero además, el empleo de las ideas condiciona el proceso de cambio evolutivo de los arreglos institucionales. Esto es, por una parte el contenido de una estructura cognitiva (identidad nacional, agravio) condiciona la respuesta de los actores en determinado contesto de decisión y, por otra, esa estructura cognitiva no resulta endógena y enteramente reconducible a los rasgos objetivos y materiales del contexto (intereses económicos) (Jacobs 2015). Y ello en un doble sentido. Por una parte las ideas concebidas evolutivamente como discurso de coordinación entre diferentes actores y escenarios multinivel, electorales o de políticas públicas (Schmidt 2011). Por otra, y sobre todo, las ideas entendidas como soluciones creativas a los problemas planteados por el sistema (Lieberman 2011). Como sucede con las mutaciones en biología, las ideas, proporcionan una dimensión fundamental de la interacción entre actores e instituciones: más allá de la dualidad apuntan al dualismo estructura/acción, a la contestación del sistema, a la postulación de alternativas. En una perspectiva adaptativa, de cambio endógeno y variación, las ideas (en nuestro caso arreglos o diseños federales alternativos) que resultan descartadas en un determinado momento permanecen disponibles, si poseen adecuado soporte organizativo, como posibles cursos de acción futuros. Las creencias y las preferencias inducidas, no son fijas, cambian como resultado de la interacción entre el gobierno central y los gobiernos de los estados miembros de la federación. De esta suerte se abren ventanas de oportunidad política para que nuevas ideas resulten capaces de ofrecer nuevos “compromisos creíbles” (credible commitments) en los procesos de selección de instituciones derivados de inéditas coyunturas críticas (Weingast 2005, Lewis & Steinmo 2012).

 

  1. Nacionalismo e independencia en Cataluña.

Con esta visión evolutiva del federalismo en mente, volvamos al “problema de Cataluña” y sus posibles soluciones institucionales. La asunción generalizada, en el discurso informativo y político de nuestro país, a saber, que “estar a favor del proceso de independencia”, “querer separarse de España” y “ser nacionalista” constituyen un único argumento y significan exactamente lo mismo, ha servido para simplificar y ocultar un debate muy complejo, plural y lleno de matices. En el capítulo anterior hemos analizado detenidamente las diferencias y relaciones entre “estar a favor del proceso” y “ser nacionalista”. En este capítulo vamos a prestar atención a una relación tanto o más compleja, a saber, ¿es lo mismo estar a favor del proceso independentista que plantearse una solución territorial del conflicto en el que Cataluña quede fuera del Estado español? ¿Es la secesión la única salida posible? Los datos de nuestra encuesta nos dicen claramente que no.

Mientras la mayoría de los catalanes (49.5%) se declara abiertamente a favor del proceso por la independencia, sólo algo más del 30% es partidario de una solución territorial que contemple una Cataluña independiente del Estado español. Y esta aparente contradicción, que los políticos y los medios de comunicación tienden a pasar por alto, necesita ser explicada desde un análisis y una argumentación algo más profundos y matizados que aquí intentaremos llevar a cabo.

Tabla I. Posición en torno al proceso independentista

  Frecuencia Porcentaje
A favor 692 49,5
En contra 615 44,0
Ns/Nc 91 6,5
Total 1399 100,0

 

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015

 

Tabla II. Tipo de solución político-territorial más adecuada para Cataluña

  Frecuencia Porcentaje
Su independencia del Estado español 411 29,4
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías 229 16,3
Su permanencia dentro del Estado federal español 245 17,5
Su permanencia dentro de un Estado federal que reconozca a Cataluña como nación 108 7,7
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un mayor nivel de competencias 148 10,6
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un estatus fiscal equiparable al País Vasco y Navarra 155 11,0
Su permanencia dentro de un estado centralizado 38 2,7
Ns/Nc 67 4,8
Total 1399 100,0

 

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015

El hecho de que sólo el 57.9% de los catalanes que están a favor del proceso de independencia piensen que la mejor solución territorial para Cataluña es su independencia del Estado Español obliga a hacerse dos preguntas. La primera, ¿a qué solución territorial aspiran los catalanes que están a favor del proceso y, sin embargo, no quieren una solución territorial que los coloque fuera del Estado español? La segunda, ¿cuál es el perfil de esos ciudadanos que, estando a favor del proceso, tienen aspiraciones tan diferentes?

A la primera pregunta contestan los propios ciudadanos de forma directa, tal y como vemos en la tabla III. Lo cierto es que un modelo federal satisfaría al 23.6% de estos catalanes que están a favor del proceso de independencia; y que otro 15.1% aspiran a un modelo autonómico con más competencias o con un estatus fiscal equiparable al País Vasco o Navarra (tabla III).

Dicho de otro modo, casi el 40% de los catalanes que declaran estar a favor del proceso de independencia aspiran a una solución territorial que encaja en el concepto de federalismo adaptativo – plurinacional, no cooperativo, no centralizado, no simétrico- que hemos sintetizado en el primer apartado. Parecería, pues, a primera vista, que hay camino para un debate plural y creativo desde el que abordar el tema de la independencia catalana.

 

Tabla III. Tipo de solución político-territorial más adecuada para Cataluña en función de la posición en torno al proceso independentista

  A Favor En Contra Ns/Nc Total
Su independencia del Estado español 57,9 0,8 5,5 29,4
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías 0,9 35,6 4,4 16,4
Su permanencia dentro del Estado federal español 12,3 22,6 23,1 17,5
Su permanencia dentro de un Estado federal que reconozca a Cataluña como nación 11,3 3,6 8,8 7,7
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un mayor nivel de competencias 5,5 15,7 14,3 10,6
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un estatus fiscal equiparable al País Vasco y Navarra 8,7 11,4 26,4 11,0
Su permanencia dentro de un estado centralizado 0,3 5,4 2,2 2,6
Ns/Nc 3,2 5,0 15,4 4,8
Total 100,0 100,0 100,0 100,0

 

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015

Sin embargo, la política importa, y puede abrir o cerrar salidas. Los actores políticos, los medios de comunicación y la propia sociedad, tanto la catalana como la española, han tendido a construir la idea de una cierta homogeneidad del nacionalismo de base étnico-identitaria y una fuerte fragmentación de la solución territorial basada en la radical diversidad taxonómica de los significantes “autonomía”, “federalismo”, “cupo”, “concierto”, etc., y en la exacerbación de las diferencias de los significados correspondientes a dichos significantes. Sin embargo, desde nuestra lectura, claramente constructivista y evolutiva, tanto la supuesta homogeneidad del nacionalismo como la fragmentación catalana respecto a la solución territorial resultan el producto contingente de la competición político-electoral y se construyen activamente desde marcos que en función de la competición homogenizan o fragmentan estos significantes.

En el capítulo anterior hemos deconstruido la idea de homogeneidad nacionalista (y no sólo en su lectura izquierda-derecha), pues bien, vamos analizar en éste si la diversidad de significantes referidos a la fórmula de autogobierno – “autonomía”, “independencia”, “federación”- necesariamente debe responder a interpretaciones excluyentes o si puede existir una eventual lectura inclusiva para, al menos, parte de esa diversidad.

En el análisis descriptivo de los datos de nuestra investigación se hacen patentes dos factores fundamentales:

  1. Que los ciudadanos de Cataluña tienen opciones alternativas, diferentes y plurales a la hora de afrontar el conflicto territorial catalán.
  2. Que esas diferencias existen también entre los que están a favor del proceso independentista y que, en este caso, están relacionadas con cuatro factores: (a) la antigüedad (el tiempo) en el sentimiento separatista, (b) la actuación de los líderes políticos, (c) la relación con los partidos y (d) los temas de campaña. Veámoslos con más detalle.

 

  1. La pluralidad de las opciones.

Efectivamente, los datos nos muestran, de manera contundente, que los catalanes son muy plurales a la hora de hablar de la solución político-territorial más adecuada para Cataluña. Hay quienes quieren construir un Estado catalán independiente del Estado español, hay quienes desean permanecer en España dentro del actual modelo autonómico, y hay otros, en fin, que quieren permanecer en España pero con cambios de vario relieve. Estos tres grupos básicos no son homogéneos políticamente ni socialmente, pero es cierto que algunos han construido mejor internamente su homogeneidad política que otros.

Tabla IV. Grupos de población a partir del tipo de solución político-territorial más adecuada para Cataluña

  Frecuencia Porcentaje
Su independencia del Estado español 411 29,4
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías 229 16,3
Su permanencia dentro del Estado pero con algunos cambios 655 46,8
Su permanencia dentro de un estado centralizado 38 2,7
Ns/Nc 67 4,8
Total 1399 100,0

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015

 

Tabla V. Posición en torno al proceso independentista en función del tipo de solución político-territorial más adecuada para Cataluña

  Su independencia del Estado español Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías Su permanencia dentro del Estado federal español Su permanencia dentro de un Estado federal que reconozca a Cataluña como nación Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un mayor nivel de competencias Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un estatus fiscal equiparable al País Vasco y Navarra Su permanencia dentro de un estado centralizado Ns/Nc Total
A Favor 97,6 2,6 34,7 72,2 25,7 39,0 5,4 32,8 49,5
En Contra 1,2 95,6 56,7 20,4 65,5 45,5 89,2 46,3 44,0
Ns/Nc 1,2 1,7 8,6 7,4 8,8 15,6 5,4 20,9 6,5
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015

 

En la tabla V se muestra que mientras el primer grupo (secesión) está prácticamente en su totalidad a favor del proceso de independencia, el segundo, está en su práctica totalidad en contra (permanencia en el Estado de las Autonomías). Son éstas las dos posiciones antagónicas, la de la ruptura y la del inmovilismo; pero en el fondo, estos dos grupos poseen algo en común, políticamente muy importante. A saber: han construido marcos de interpretación suficientemente sólidos, y han hecho de la confrontación y de la polarización los ejes de su acción política, cuyo éxito de interpelación y movilización se asienta en su propia inflexibilidad.

Las opciones alternativas, las que forman el tercer grupo, resultan sin embargo más plurales. Algunos se decantan por aspirar a una “autonomía con mayores competencias”, otros demandan una “autonomía con un estatus fiscal equiparable al País Vasco o Navarra”, y otros directamente prefieren hablar de “Estado federal”. Estas tres opciones tiene en común que la mayoría de los catalanes que optan por ellas están en contra del proceso de independencia (aunque evidentemente unas y otras mayorías son diferentes).

Queda sin embargo una cuarta opción dentro de este tercer grupo, que agrupa a los que desean “un estado federal que reconozca a Cataluña como nación” pero dentro de España. Quienes se se apuntan a esa opción están, de manera inmensamente mayoritaria, a favor del proceso de independencia, pero aspiran a una solución territorial que permita dejar a Cataluña dentro de España.

Visto así, reducir el debate a la dicotomía continuismo o ruptura, Autonomía o Independencia, no es más que la muestra del fracaso de una política y unos actores políticos y el correlativo triunfo de otros, porque es evidente que en la ciudadanía hay una pluralidad mayor que las opciones dominantes que están ofertando los políticos, y una complejidad mayor de la que hoy es capaz de abarcar y canalizar una competición política muy polarizada.

Este tercer grupo es un grupo heterogéneo, también como veremos ahora en sus propios perfiles, pero por encima de todo, es el grupo que además de representar la enorme diversidad de las sociedades plurales, decantaría en un hipotético referéndum hacia qué lado se inclinaría la balanza. El problema es que este grupo diverso, heterogéneo y complejo, lejos de encontrar una fórmula de coordinación política que integre esa complejidad se ve forzado a elegir, en razón de su dispersión, entre el inmovilismo y el separatismo, porque éstas son las posturas hegemónicas que han construido una enmarcación político-dicursiva que se adecúa a la competición y a la estrategia de los actores políticos nacionalistas dominantes de Cataluña y de España.

En ocasiones, las estrategias de la competición que en un momento genera el marco de la contienda electoral y política dotan de tal fortaleza y autonomía a la propia competición que ésta se vuelve correosa y excluyente de la entrada de nuevos marcos. Y es en ese momento cuando sólo grandes crisis o grandes acuerdos pueden modificar la propia enmarcación dominante (master frame) de la contienda.

 

Tabla VI. Perfiles de los grupos de población a partir del tipo de solución político-territorial más adecuada para Cataluña

  Su independencia del Estado español (29,4 %) Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías (16,3 %) Su permanencia dentro del Estado pero con algunos cambios (46, 8%)
Sexo Mujer (51,2 %) Mujer (65,9 %) Hombre (54,3 %)
Grupo de edad 30 a 49 años (43,4 %) 30 a 49 años (40,3 %) 30 a 49 años (39,7%)
Nivel de estudios Estudios de grado superior (40,2 %) Estudios primarios   (26,5 %) Estudios de grado superior (34,4 %)
Ocupación Trabaja (60,1 %) Trabaja (35,9 %) Trabaja (48,2 %)
Nivel de ingresos De 1801 a 2400 (16,8 %) De 1201 a 1800 (18,7%) De 1201 a 1800 (15,2 %)
Voto en 2015 Junts pel Sí (76,8 %) Ciudadanos (41,5 %) Junts pel Sí (29,5 %)

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015

 

  1. La pluralidad de la opción favorable al proceso.

El efecto de esta bipolarización que hemos señalado ha sido doble: ha producido el crecimiento del independentismo en los últimos años en Cataluña y ha exacerbado el nacionalismo español y la lectura negativa sobre Cataluña desde el resto de España, y más específicamente desde los territorios más centralistas[1].

Pero tampoco todos estos catalanes, que en medio de esta polarización inmovilismo-separatismo se han sumado al proceso independentista, tienen una lectura homogénea de la solución territorial y mucho menos coincidente con la postura de los independentistas tradicionales. Como hemos señalado, cuatro factores, al menos, están relacionados con la posición de los ciudadanos respecto a la solución territorial que prefieren: la antigüedad (el tiempo) en el sentimiento separatista; la acción de los líderes políticos; la relación con los partidos y los temas de campaña. Analicémoslos con algún detalle.

 

  1. Tiempo y sentimiento separatista.

La consistencia identidad-separatismo viene marcada por el tiempo al que se remonta la adopción del secesionismo de unos y otros. Efectivamente, el tiempo desde el que se sienten independentistas los ciudadanos catalanes resulta ser una variable clave para entender su lectura de este sentimiento, de tal modo que parece existir una suerte de independentismo “esencial” y otra de independentismo “estratégico”, los dos igualmente sustantivos (no se trata de una cuestión de intensidad, no hay un “independentismo light”), pero construidos desde anclajes diferentes y, por lo tanto, diversamente susceptibles al diálogo y al encuentro.

La diferencia es tan extrema que mientras el 78.5% de los independentistas tradicionales aspiran efectivamente a la solución separatista, en el caso de los nuevos independentistas, los que lo son sólo desde hace un año, este porcentaje se reduce únicamente al 13%. La tabla VII muestra, además, la absoluta linealidad entre el tiempo desde el que los ciudadanos se reconocen independentistas y su aspiración a separarse del Estado español.

Apenas un 20% de catalanes independentistas tradicionales aspiran a una solución territorial que suponga permanecer dentro del Estado español. Pero esta cifra crece a casi un 40% cuando nos referimos a los que se reconocen independentistas desde hace más de cinco años; sube a un 45% para los que son independentistas desde hace sólo 5 años; y se eleva a más de un 70% para los que lo son desde hace tres y a casi un 80% para los que lo son desde hace sólo un año.

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Tabla VII. Tipo de solución político-territorial más adecuada para Cataluña en función del tiempo desde el que se siente independentista

  Desde siempre Más de cinco años Desde hace cinco años Desde hace tres años Desde hace un año Ns/Nc Total
Su independencia del Estado español 78,5 61,7 51,6 23,4 13,0 10,0 57,9
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías 0,0 0,0 3,1 8,0 0,9
Su permanencia dentro del Estado federal español 5,0 0,0 15,6 20,3 39,1 36,0 12,3
Su permanencia dentro de un Estado federal que reconozca a Cataluña como nación 7,5 27,7 14,5 18,8 2,0 11,1
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un mayor nivel de competencias 3,1 4,3 0,5 15,6 17,4 22,0 5,5
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un estatus fiscal equiparable al País Vasco y Navarra 5,0 12,9 14,1 21,7 12,0 8,7
Su permanencia dentro de un estado centralizado 4,3 0,3
Ns/Nc 0,9 2,1 4,8 4,7 8,7 10,0 3,3
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015


Evidentemente, el tiempo de militancia en el independentismo es una variable fundamental para definir la salida del proceso, pero también es cierto que las cúpulas de las organizaciones políticas que apoyan la independencia y elaboran los marcos interpretativos desde los que se construye el relato, están mayoritariamente formadas por independentistas tradicionales o de larga tradición.

Ni que decir tiene que la relación entre estas dos variables y la identidad nacionalista es clara. Para comprobarlo no hay que recurrir a pruebas sofisticadas, basta ver qué posiciones tienen en la escala nacionalista cada uno de estos grupos, tal y como se aporta en la tabla VIII.

Tabla VIII. Media de la valoración nacionalista en función del tiempo desde el que se siente independentista

  Media Desviación típica
Desde siempre 8,48 2,063
Más de cinco años 8,63 1,169
Desde hace cinco años 7,76 1,614
Desde hace tres años 6,75 2,271
Desde hace un año 6,43 2,366
Ns/Nc 5,05 2,455
Total 7,85 2,171

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015

 

  1. Los líderes

En el capítulo 4, hemos mostrado la consistencia de la relación entre las posiciones de los líderes y las de los ciudadanos. De lo que allí hemos dicho se desprenden dos conclusiones para nuestro interés en el tema que nos ocupa: la primera, que la distancia entre los líderes y los ciudadanos es menor en el eje nacionalista que en el ideológico, especialmente para los líderes de partidos nacionalistas, y por ello, la segunda, el modelo de competición de estas elecciones ha privilegiado el liderazgo en los espacios identitarios, especialmente el referido al “issue” dominante en la campaña, el proceso, y ligado a éste la definición de las opciones territoriales.

Estas dos conclusiones están relacionadas con algunos argumentos fundamentales para entender la relación entre líderes y ciudadanos al respecto de la solución territorial al problema de Cataluña. El primer argumento tiene que ver con el hecho de que mientras los líderes de ámbito catalán ejercen su liderazgo en clave exclusivamente catalana, los líderes de los partidos de ámbito estatal ejercen su liderazgo en clave catalana y española; y esto supone que la construcción de los mensajes tenga destinatarios diferentes. Un líder catalán emite mensajes prioritariamente para los catalanes; un líder de un partido de ámbito estatal, incluso aunque sea catalán, emite mensajes para catalanes y para ciudadanos del resto de España. Y esto quiere decir que la polaridad España-Cataluña, constituye estratégicamente un marco de competición que favorece, dentro de Cataluña, a los partidos y a los líderes de ámbito catalán, que ejercen su liderazgo y emiten sus mensajes en clave exclusivamente catalana. Obviamente, los partidos de ámbito español que favorecen este marco estratégico de competición lo hacen porque entienden que los rendimientos políticos que obtienen en el resto del territorio español compensan su déficit en Cataluña, pero quizás no son tan conscientes de que, a medida que fortalecen ese marco estratégico, incentivan y refuerzan ciertos posicionamientos de los ciudadanos respecto de la solución territorial.

Un segundo argumento relacionado con las conclusiones anteriormente señaladas, hace referencia a la consistencia del cambio de posición de los ciudadanos respecto al cambio de posición de los líderes. En este sentido, en el capítulo 4, mostramos cómo los ciudadanos que estaban más cerca de Artur Mas que de otros líderes nacionalistas y se declaraban independentistas lo eran desde hace muy poco tiempo. Es decir, que cambiaron su posición con el cambio de su líder. Pero también es cierto, como vemos en la tabla IX que ese cambio no se ve abalado por una opción en favor de una solución territorial fuera del estado español, hasta tal punto que los ciudadanos catalanes que cumplen las condiciones expuestas anteriormente (proximidad a Mas y ser separatistas desde hace poco) se orientan mayoritariamente a soluciones que no suponen que Cataluña necesariamente se separe del Estado español.

Tabla IX.

Dicho de otro modo, los ciudadanos son maduros y políticamente sofisticados hasta el punto de tener también comportamientos estratégicos-instrumentales en el seguimiento de los líderes. Lo cual quiere decir que los ciudadanos catalanes permitirán que sus líderes les lleven hasta donde los propios ciudadanos quieran llegar y no más allá.

 

  • La relación con los partidos.

El tercer factor que hemos señalado, la relación con los partidos, no hace referencia de forma académica a la identificación partidista sino al modo en que los electores han seguido a los partidos políticos en la construcción del proceso y han transitado de unos a otros precisamente por la doble lectura elección-plebiscito que estas elecciones tenían. Por eso hemos elegido para esta parte del trabajo la variable recuerdo de voto y no la variable simpatía.

 

Tabla X. Tipo de solución político-territorial más adecuada para Cataluña en función del voto en 2015

  JuntsxSí C`s PSC PP CUP CatSíqueesPot UDC Otro Ns/Nc Total
Su independencia del Estado español 60,0 0,8 60,2 1,6 20,2 31,0
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías 1,0 38,5 27,9 53,8 19,8 50,0 15,6 15,8
Su permanencia dentro del Estado federal español 9,3 15,8 25,6 24,6 12,4 44,4 52,9 14,7 17,4
Su permanencia dentro de un Estado federal que reconozca a Cataluña como nación 11,6 1,8 3,1 15,0 2,4 5,9 50,0 11,0 7,9
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un mayor nivel de competencias 4,1 17,6 21,7 9,2 5,3 7,9 17,6 17,4 10,1
Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un estatus fiscal equiparable al País Vasco y Navarra 9,3 11,3 14,7 1,5 2,7 18,3 23,5 12,8 10,5
Su permanencia dentro de un estado centralizado 9,0 1,6 6,2 1,8 1,6 3,7 2,6
Ns/Nc 4,8 5,9 4,7 4,6 2,7 4,0 4,6 4,6
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015


En la tabla X se observa claramente como son las opciones JuntsxSi y CUP, las que acumulan la práctica totalidad de los ciudadanos que quieren una solución territorial que coloque a Cataluña fuera del estado español. Sin embargo, se ve también que incluso en esas opciones electorales, el porcentaje de ciudadanos que opta por la secesión no supera el 60% y son más de un 35% en los dos casos los que aspiran a soluciones alternativas a la separación tout court.

El resto de las opciones partidarias no tienen componente separatista, ni siquiera CatSiqueesPot, pero la pluralidad de opciones respecto a la solución territorial sigue siendo la constante que define a todos estos partidos. Solo en el caso del PP la opción claramente mayoritaria es la de permanecer en el actual estado de las autonomías (53.8%), aunque también aquí, por cierto, cabe destacar la existencia de un 25% de ciudadanos que preferirían un modelo federal.

El caso de los votantes de Ciudadanos, partido que exhibe la bandera del centralismo y que agrupa a la mayoría de los catalanes que quisieran retornar a un estado centralizado, aunque estos no constituyan más que un 10% de la masa de sus votantes, da muestra de la complejidad política de Cataluña y de las necesidades que tienen tanto los nuevos partidos como los viejos de repensar sus posiciones. Efectivamente, casi la mitad de los votantes de ciudadanos aspiran a una solución territorial que les deje como están actualmente o incluso algunos, una minoría, plantean un retorno a un modelo centralizado. Sin embargo, existe prácticamente otra mitad de votantes que pertenecen a ese tercer grupo heterogéneo que aspira a soluciones federales más flexibles de las que hoy ofrece el panorama político actual.

 

  1. Los temas: maltrato e intereses económicos.

 

Los ciudadanos que están a favor del proceso de independencia y optan efectivamente por separarse, esgrimen como razón fundamental de su posición “el maltrato del Estado español a Cataluña”. Pero lo importante no es el motivo en sí mismo, lo importante es que este motivo no es discriminante sino que es común a todos los catalanes que están a favor del proceso, independientemente que opten por la solución territorial separatista o por cualquier otra. Lo cierto, es que la idea del maltrato se ha impuesto entre los catalanes que están a favor del proceso y sólo podremos entender la posición de estos ciudadanos si entendemos los motivos.

La idea del maltrato es una idea tan construida políticamente como cualquier otra de las ideas que enmarcan la competición política, pero por ello mismo tan real y movilizadora como cualquier otro elemento de los que inciden en la competición. Y está tan extendida que es común a todas las opciones territoriales alternativas al inmovilismo.

 

Tabla XI. Motivos a favor del proceso independentista en función del tipo de solución político-territorial

  Su independencia del Estado español Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías Su permanencia dentro del Estado federal español Su permanencia dentro de un Estado federal que reconozca a Cataluña como nación Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un mayor nivel de competencias Su permanencia dentro del Estado de las Autonomías, pero con un estatus fiscal equiparable al País Vasco y Navarra Su permanencia dentro de un estado centralizado Ns/Nc Total
Porque entiendo que Cataluña es una nación 39,4 14,1 23,1 13,2 13,3 31,8 30,1
Porque no me siento español 25,4 0,0 9,1 0,0 1,7 15,9
Porque creo que Cataluña no ha sido tratada adecuadamente por parte del Gobierno de España en los últimos años 69,1 28,6 44,7 76,9 67,6 63,3 56,5 65,4
Porque deseo que la sociedad catalana tenga el derecho a decidir 34,2 0,0 22,4 34,6 18,4 23,3 18,2 30,1
Porque hay motivos históricos que lo sustentan 26,2 42,9 10,6 16,9 10,8 11,7 100,0 9,1 21,0
Porque creo que el futuro económico de Cataluña y de la sociedad catalana sería mejor fuera de España 48,4 71,4 27,1 52,6 63,2 56,7 9,1 46,6
Otros 5,7 7,1 3,8 1,7 13,6 5,2
Ns/Nc 4,7 0,6

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015

 

La lógica constructivista nos ha enseñado a comprender que en estos tiempos de información y comunicación generalizadas los anclajes estructurales han ido cediendo paso a la construcción política y endógena de las preferencias. En el ámbito que nos ocupa, esto se ha traducido en una desencialización, en rigor, una desetnificación de la política nacionalista. Hasta el punto de que, como hemos visto, no habiendo diferencias sociodemográficas en los perfiles de los ciudadanos, las diferencias son muy consistentes a la hora de construir y expresar sus preferencias políticas.

El segundo motivo que eligen los catalanes para estar a favor del proceso es la creencia de que el futuro económico de Cataluña es mejor fuera de España. El hecho de que estas sean las dos primeras razones tanto para los que aspiran a separarse efectivamente del estado español, como para todos los grupos que aspiran a una solución alternativa a la actual pero dentro de España, muestra dos cosas: la primera, que los temas estratégicos se han impuesto a los esencialistas y étnico-culturales en los motivos de construcción de la decisión; la segunda, que dichos motivos (temas) estratégicos generan marcos comunes a una inmensa mayoría del pueblo catalán que le permite superar la escisión nacionalistas-no nacionalistas o incluso la de izquierda-derecha.

La tabla XI muestra claramente como la idea del maltrato y la de un futuro mejor fuera de España se han impuesto a motivos tradicionales tales como los motivos históricos, el sentimiento antiespañol o incluso el derecho a decidir. Los verdaderos motivos son ahora pragmáticos y estratégicos, y no obligan a los ciudadanos a asumir posiciones esencialistas, lo cual permite la creación de marcos comunes en los que nadie se sienta necesariamente excluido. Y por eso las opciones son tan heterogéneas incluso entre votantes de las mismas fuerzas políticas; y por eso también resulta posible crear y movilizar ese espacio de comunidad nacional entre votantes de opciones políticas tan diferentes.

 

  1. Espacios, posiciones y alternativas.

Estos cuatro elementos de los que hemos hablado, funcionando de forma conjunta en la competición política, han permitido la creación de ese espacio de comunidad nacional estratégica que, como hemos visto en las diversas representaciones espaciales de capítulos anteriores, ha desplazado a los ciudadanos catalanes a posiciones más a la izquierda y más nacionalistas de las que ocupaban con anterioridad. Ahora bien, esas posiciones, al no tener carácter esencialista dan lugar a opciones territoriales diversas y habilitan un espacio común, si bien heterogéneo, en el que se mueven las opciones alternativas al separatismo y al inmovilismo.

El gráfico I nos muestra la ubicación de los ciudadanos catalanes en los ejes identitario e ideológico así como la relación entre estos espacios y las opciones territoriales preferidas por unos y otros. En seguida se percibe que hay dos opciones que tienen espacios muy cerrados y definidos, mientras las opciones alternativas al separatismo y al inmovilismo se inscriben en un relativamente amplio espacio común. Esta idea que se nos hace presente a lo largo de todo el trabajo nos lleva a pensar en la eventual posibilidad de una solución federal flexible capaz de dar expresión a una comunidad plural que se ve obligada a decantarse entre las posiciones hegemónicas, extremas y estáticas. Y es precisamente en ese espacio complejo, heterogéneo, dinámico, donde el federalismo adaptativo mostraría su capacidad de dar respuesta a las aspiraciones de buena parte de la ciudadanía.

Gráfico I. Soluciones territoriales en base al espacio bidimensional de los ejes identitario e ideológico

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015.

Finalmente, veremos desde modelos multivariantes, cuáles son las razones o motivos que llevan a los ciudadanos a decantarse por uno u otro tipo de solución político-territorial, utilizando varios modelos de regresión logística (ver tablas XII y XIII)[2].

En un primer planteamiento se ha trabajado con el conjunto muestral y se han definido las variables dependientes a partir de la pregunta central sobre la que pivota este capítulo, esto es, cuál es el tipo de solución político-territorial que los catalanes quieren para Cataluña. A partir de dicha pregunta se han creado tres variables dependientes cuya explicación se pretende explorar y que como se ha expuesto en líneas precedentes es ante todo plural: la opción de aquellos que se decantan por la independencia de Cataluña respecto al Estado español, la opción que se ha definido como “autonomista” y que recoge las preferencias de aquellos que se decantan por el mantenimiento del status quo, o bien el mantenimiento del Estado de las Autonomías con ciertas modificaciones y, finalmente, la opción federal[3]. Como variables independientes han sido consideradas inicialmente en los tres modelos, un amplio número de factores: a) variables relativas a la identificación partidista o relación con los partidos, representada a través de la simpatía por los diferentes partidos o formaciones políticas; b) variables de liderazgo, tanto aquellas relativas al liderazgo en el proceso como al liderazgo político de los representantes de los distintos partidos; c) variables que recogen el peso de los dos grandes cleavages políticos sobre los que se ha construido el espacio político – ideología e identidad –[4], d) variables referentes al Procés y por tanto, al tema central sobre el que han pivotado estas elecciones leídas en clave plebiscitaria y finalmente, e) variables sociodemográficas[5].

En líneas generales y antes de abordar con mayor detenimiento la explicación de los tres modelos que se presentan a continuación, debemos mencionar que los niveles de explicación son más que aceptables[6] – en torno al 50% de explicación de la variabilidad de la variable dependiente -, teniendo en cuenta la complejidad de la cuestión a tratar, así como la pluralidad de electorados que abogan por las distintas soluciones, especialmente en el caso de la solución autonomista y de la solución federal. Asimismo debemos destacar al hilo de esta cuestión, la parquedad y mayor homogeneidad que presenta el modelo construido para la opción independentista frente a los otros dos modelos presentados, una homogeneidad que como ya se ha expuesto en el análisis descriptivo previo, presenta ciertos matices.

Como se ha mencionado, el modelo que permite explicar la elección por parte de los votantes, de la opción independentista para Cataluña respecto al Estado español, pivota fundamentalmente respecto a tres cuestiones: a) la identidad representada a través de la importancia del sentimiento catalanista, la autoubicación en la escala identitaria y el tiempo desde el cual el votante se siente independentista; b) la relación con los partidos o formaciones políticas, a través de la simpatía y el recuerdo de voto a la CUP y Junts pel Sí, respectivamente, tal y como ya se reflejaba a nivel descriptivo y c) la valoración de los líderes entorno al proceso, concretamente la valoración de Artur Mas y la valoración de Pedro Sánchez. Todas las variables mencionadas, salvo la posición del líder socialista, contribuyen positivamente a aumentar la probabilidad de optar por la independencia como solución político-territorial más adecuada, definiéndose de esta forma un grupo de votantes muy concreto, ligado identitaria y políticamente hablando a la cuestión catalana y al Procés.

Frente a este modelo, los dibujados para la opción autonomista y federal, se presentan menos parcos y por tanto, más dispersos en términos explicativos. En ambos casos, la cuestión del liderazgo cobra un papel fundamental, junto a la identificación por los partidos políticos de corte estatal y la consideración del proceso independentista como una clara línea de fractura del consenso y de la convivencia existentes en el estado español. Respecto a la identidad y si bien ésta está ausente en el caso del modelo planteado para la opción autonomista, cobra cierto protagonismo en el caso de la cuestión federal, a través de un sentimiento más moderado en términos identitarios que el que se observaba en el primer modelo[7]. Asimismo debemos destacar la relevancia en ambos modelos de las variables sociodemográficas, hecho que no se presentaba en el anterior modelo y que desvela la dispersión y complejidad del corpus electoral que se decanta por ambas opciones, autonomista y federal, como soluciones político-territoriales para el futuro de Cataluña y de España. Una complejidad que como ya hemos mencionado es también de carácter político y que queda patente en la relevancia de las diferentes simpatías políticas en ambos modelos, donde parecen confluir votantes y/o simpatizantes tanto de formaciones de izquierdas como de derechas, con un nexo en común, su ámbito estatal.

Una última cuestión de gran relevancia respecto de la información que aportan estos dos últimos modelos –autonomista y federal- es el hecho de que, como se puede observar con claridad, en los resultados presentados, los elementos que resultan significativos si bien son prácticamente los mismos en ambos, presentan relaciones inversas con las variables independientes (ver signo de los coeficientes en tabla XII). Esta contraposición tendría su explicación no sólo en el hecho diferencial que marcarían los electorados que en cada caso estarían sustentando ambas opciones político-territoriales sino, y sobre todo, en la diferente construcción de significantes que han llevado a cabo las diferentes opciones políticas, tanto partidos como líderes, dando lugar a posiciones de significado y espacios discursivos diferenciados en torno a la cuestión identitaria. Estas diferentes posiciones llevan, por poner un ejemplo, a que la identificación partidista con el PP resulte significativa en términos positivos para explicar la opción federal y que no resulte significativa para la explicación de la opción autonomista. En esta última se incluye no sólo la opción autonomista de permanencia del status quo, sino también la opción que aboga por la autonomía con un mayor status fiscal, lo que provocaría que este corpus de votantes se sintiera más cercano a la opción federal sin adjetivos, que a la opción autonomista adjetivada en términos de más nacionalismo. No son pues sólo los significantes “federal” y “autonómico” los que entran en una construida contradicción, sino también y sobre todo, las adjetivaciones de tales significantes que han sido utilizadas con “issues” en la propia competición.

Los modelos confirman, por tanto, las cuestiones planteadas a nivel descriptivo: la pluralidad de las opciones, especialmente en el caso de la autonomista y federal, la importancia de los liderazgos y sus mensajes en la construcción del proceso, la relevancia que la relación con los partidos establece y finalmente el peso de los temas, en este caso representados a través de los motivos que estructuran las posiciones en contra y a favor del proceso.

Tabla XII. Regresiones logísticas según tipo de solución político-territorial

  Independencia del Estado Español Solución Autonomía Solución federal
Edad -0,020** (0,008)
Sexo -1,625*** (0,371) 1,721*** (0,385)
Nivel de ingresos -0,223* (0,116)
Nivel de estudios -0,562*** (0,125) 0,524*** (0,125)
Activos remunerados 0,846* (0,375) -1,025** (0,362)
Activos no remunerados 1,659** (0,624) -3,533*** (0,829)
Simpatía por el PP 2,089** (0,749)
Simpatía por el PSOE 1,438*** (0,434) -1,492*** (0,442)
Simpatía por PODEMOS -1,203* (0,618)
Simpatía por la CUP 1,912** (0,650)
Recuerdo de voto Junts pel Sí 1,004** (0,355)
Tan español como catalán 1,385** (0,462)
Más catalán que español 2,162*** (0,589)
Únicamente catalán 1,280*** (0,263)
Porque es un tema que rompe el consenso y la convivencia existente en España 0,702* (0,362) -0,772* (0,356)
Valoración gestión del proceso independentista por parte de A. Mas 0,228*** (0,065)
Valoración gestión del proceso independentista por parte de Oriol Junqueras -0,186* (0,084)
Valoración de la posición ante el proceso independentista de P. Sánchez -0,240*** (0,067)
Autoubicación en la escala nacionalista 0,202** (0,066)
Autoubicación en la escala ideológica -0,229** (0,073) -0,362** (0,137)
Tiempo desde el que se considera independentista 0,399*** (0,104)
Valoración A. Mas -0,471*** (0,118)
Valoración O. Junqueras 0,481*** (0,120)
Valoración Ll. Rabell -0,206* (0,103) 0,283** (0,102)
Valoración M. Rajoy 0,289*** (0,085) -0,312*** (0,090)
Valoración P. Sánchez -0,466*** (0,119) 0,389*** (0,108)
Valoración P. Iglesias 0,184* (0,082) -0,231** (0,098)
Valoración A. Rivera 0,377*** (0,099) -0,328*** (0,097)
Constante -3,086*** (0,784) 2,976*** (0,870) -1,386 (1,079)
Pseudo R2 0,464 0,450 0,441
-2log de la verosimilitud 426,450 251,882 261,642

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015.

Pero si una cuestión resulta relevante a lo largo del análisis, como ya se expuso con anterioridad, es la de ¿qué explica el hecho de que alrededor de un 49,5% de votantes se declaren a favor del proceso independentista, y que de ellos, sólo un 57,9% apueste por la independencia como solución político-territorial para Cataluña?. Para dar una respuesta lo más precisa posible a esta pregunta, y si bien ya se han expuesto con anterioridad en un análisis descriptivo algunas cuestiones, se construyó un último modelo de regresión logística que intenta encontrar cuáles son los elementos que aúnan a este grupo del electorado (tabla XII). En dicho modelo, la variable dependiente es, por tanto, la opción en favor de una solución político-territorial distinta de la independencia, previo filtro de aquellos votantes que con anterioridad afirmaron estar a favor del proceso independentista[8]. Dicho de otro modo, lo que tratamos de analizar son los factores que explican que algunos catalanes que afirman estar a favor del proceso, aspiren a una solución territorial que no los separe de España.

Con un nivel de explicación global del 59,4%, esta posición pivota de nuevo entorno a la ubicación identitaria y la posición de los líderes y, en este caso, también del Gobierno de España en torno al proceso de independencia. Estamos ante unos votantes que si bien sostienen el discurso del maltrato o trato inadecuado hacia Cataluña por parte del Gobierno de España, no presentan una posición identitaria claramente independentista, aunque sí pro catalanista. Las valoraciones de Pedro Sánchez ante este proceso y la valoración como líder de M. Iceta y de A. Rivera contribuyen a aumentar el nivel de explicación y son, por tanto, reflejo de la pluralidad política a la que se hacía referencia en líneas anteriores; y ello frente al efecto negativo que generan en este último, las valoraciones como líderes de los dos principales agentes implicados en el proceso, A. Mas y M. Rajoy.

A modo de conclusión, podemos afirmar que detrás de la decisión de optar por una u otra solución político-territorial de futuro para España y Cataluña, se encuentran dos factores fundamentales: la cuestión identitaria en mayor o menor medida según el tipo de solución de que se trate; la importancia de los distintos liderazgos en el proceso, diferenciando entre los líderes de los partidos estatales y regionales; y, por último, la identificación partidista o la relación con los partidos, que en el fondo explica el carácter constructivo, endógenamente político de la construcción de las preferencias previas de los electores y de sus posicionamientos ante los distintos temas. Por tanto, y si bien estamos ante grupos plurales internamente, existen elementos que permiten construir un espacio común, que hacen que sean susceptibles de ser interpretados de forma conjunta. En definitiva, pese al innegable crecimiento del independentismo al hilo del proceso, existe un espacio político sustantivo para una acomodación federal adaptativa y flexible- asimétrica y plurinacional- de Cataluña en el Estado español. Pero este es un espacio que, ante la polarización nacionalista entre independentistas e inmovilistas, permanece hasta la fecha huérfano o al menos deficitario de los factores que políticamente han construido con éxito ambas alternativas hegemónicas: discurso, organización y liderazgo.

 

Tabla XIII. Regresión logística solución política distinta de la independencia de aquellos que se encuentran a favor del proceso independentista

  Solución
Edad 0,048*** (0,011)
Nivel de ingresos 0,364*** (0,104)
Activos no remunerados 1,111** (0,501)
Simpatía por PODEMOS 1,383* (0,734)
Tan español como catalán 3,427*** (0,547)
Más catalán que español 1,726*** (0,343)
Porque creo que Cataluña no ha sido tratada adecuadamente por parte del Gobierno de España en los últimos años 0,629* (0,323)
Valoración posición ante el proceso independentista del Gobierno de España 0,384* (0,154)
Valoración de la posición ante el proceso independentista de P. Sánchez 0,351*** (0,095)
Valoración de la posición ante el proceso independentista de P. Iglesias -0,311*** (0,096)
Autoubicación en la escala nacionalista -0,361*** (0,087)
Valoración A. Mas -0,223** (0,074)
Valoración M. Iceta 0,209* (0,095)
Valoración M. Rajoy -0,554*** (0,139)
Valoración A. Rivera 0,326*** (0,097)
Constante -3,527** (1,252)
Pseudo R2 0,594
-2log de la verosimilitud 292,570

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Estudio Postelectoral Elecciones Autonómicas en Cataluña 2015.

 

Conclusión.

A lo largo de este libro hemos visto en numerosas ocasionas la insatisfacción que han producido los resultados de las elecciones autonómicas de 2015 en los catalanes de uno y otro signo político. Hay un cierto sabor a que la riqueza y la pluralidad de los ciudadanos de Cataluña no está siendo debidamente recogida por las posiciones políticas actuales, forzando a los ciudadanos a decantarse entre opciones rígidas y estáticas. El capítulo dedicado al análisis de la identidad nacional nos ha mostrado cómo está naciendo una nueva identidad nacional construida con componentes no tradicionales y la apertura que eso supone para el futuro político de Cataluña y España.

Es un mal general de nuestro tiempo que la política de aversión al riesgo favorezca soluciones ya experimentadas, fórmulas del pasado, para construir el futuro. Pero lo cierto es que las bases de la construcción de las decisiones políticas han cambiado de manera determinante en los últimos años, y los elementos de carácter sociodemográfico y étncio-cultural han perdido peso para ganarlo factores ligados a la pluralidad de la información y la producción política de los intereses. Dicho de otro modo, las preferencias de los ciudadanos se desociologizan, y en el ámbito nacional se desetnifican y se construyen de manera más dispersa, más plural, por motivos cada vez más heterogéneos. Ante esa cambiante diversidad no cabe dar respuestas simples, homogéneas y estáticas.

En este capítulo hemos visto cómo ni todos los catalanes que están a favor del proceso quieren lo mismo en cuanto a la acomodación territorial de Cataluña, ni todos los que están en contra desean seguir como están en un Estado de las autonomías recentralizado y resimetrizado (Máiz, Caamaño, Azpitarte 2010). Hemos visto que existe un espacio de comunidad plural, lleno de matices, de ciudadanos y ciudadanas que esperan soluciones políticas más creativas y flexibles, menos estáticas. Y hemos apuntado que existen soluciones viables si se trabaja políticamente de modo adecuado el heterogéneo espacio de confluencia ajeno a la confrontación entre soberanismo español y soberanismo catalán. Aspectos ligados al reconocimiento, al trato justo, a la negociación y el pacto resultan básicos para dar salida a las expectativas de los catalanes, pero también la modulación de otros factores tácticamente políticos ligados a la competición de los partidos y que sobresalen claramente en el componente explicativo de la identificación nacional.

Más allá del ámbito académico, en el debate español sobre del Estado de las Autonomías, fruto de una competición política más pensada para obtener rendimientos fuera de Cataluña que para solucionar el problema catalán, se han convertido “autonomía” y “federalismo” en dos significantes mutuamente excluyentes. Lo cual se traduce, como hemos visto, en que lo que resulta considerado como positivo por los que piensan una solución territorial en términos de autonomía, sea valorado negativamente por parte de aquellos que la imaginan en términos de federalismo (Cfr. tabla XII). Lo cierto es que para muchos de quienes están a favor del proceso pero quieren continuar de otro modo en España, los elementos que explican su posición están claros, aunque no sean en absoluto simples. Desde nuestros supuestos evolutivos y adaptativos, nos es dado pensar que hay espacio para la acomodación en un modelo que responda a la pluralidad y el dinamismo de la sociedad catalana. Ahora bien, ese espacio potencial, no viene dado de antemano, hay que construirlo políticamente, comenzando por romper el antagonismo entre autonomía y federalismo, superando la retroalimentación soberanista entre nacionalismo español y nacionalismo catalán, haciendo del reconocimiento de la plurinacionalidad de España y la negociación de las soberanías compartidas el eje de una nueva relación política federal. Un modelo federal adaptativo, plurinacional y asimétrico, como el que hemos presentado en las primeras páginas de este capítulo, no solo nos permite explicar mejor, en su complejidad irreductible, lo que está sucediendo en Cataluña, también puede ayudar a encontrar una respuesta a la necesaria búsqueda de nuevas fórmulas solidarias de acomodación del pluralismo nacional en el acelerado dinamismo de la sociedad española de nuestro tiempo.

 

 

 

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[1] No hay más que ver los datos del CEO de porcentaje “a favor” de los que quieren que Cataluña se convierta en Estado independiente. Diciembre 2014 – 44,5; Febrero 2015 – 44,1; Junio 2015 – 42,9; Octubre 2015 – 46,7; Noviembre 2015 – 46,6; 1ª ola 2016 (22 Febrero-8 Marzo) – 45,3; 2ª ola 2016 (22 Junio-8 Julio) – 47,7.

[2] Se ha optado por la construcción de modelos lineales generalizados con función de enlace logit.

[3] La construcción de estas tres variables dependientes parte de la contrastación, a través del análisis descriptivo previo, de la oportunidad de tratar de forma conjunta las opciones inicialmente recogidas en la pregunta original. De tal forma que dentro de la opción “autonomista” se incluyen las opciones iniciales de: “permanencia dentro del Estado de las Autonomías”, “permanencia dentro del Estado de las Autonomías pero con un mayor nivel de competencias” y “permanencia dentro del Estado de las Autonomías pero con un status fiscal equiparable a País Vasco y Navarra”. La opción “federal” agrupa las siguientes opciones: “permanencia dentro de un Estado federal español” y “permanencia dentro de un Estado federal que reconozca a Cataluña como nación”. De tal forma que la construcción de esta categoría permite aislar a los votantes que se decantan por estas tres opciones y construir a partir de la variable original, tres variables dummy.

[4] La importancia tanto del liderazgo como de los cleavages en estas elecciones se aborda con detenimiento en otras partes de este libro, por lo que su importancia e inclusión en este análisis era inevitable.

[5] En las tablas XII y XIII se recogen los modelos ajustados y por tanto, únicamente las variables que han resultado estadísticamente significativas para cada caso. Los datos reflejan los coeficientes de regresión logística. Entre paréntesis figuran los errores estándar. Solo se reflejan las variables significativas en alguno de los modelos. *p<0,05, ** p<0,01, ***p<0,001.

[6] Los valores de explicación global de la variabilidad de cada una de las variables dependientes se recogen en la tabla XII, siendo el pseudo R2, el de Nagelkerke, en los tres supuestos.

[7] Esta cuestión se refleja en la importancia estadística de las dos opciones de la pregunta Moreno: tan español como catalán y más catalán que español.

[8] Como variables independientes se han tenido en cuenta las variables que han sido descritas para los modelos anteriores.