Considerar ahora, como sostiene el manifiesto impulsado por la asociación Llengua i República y por el grupo Koiné, que el castellano es una lengua “exógena” y que sus hablantes son “colonizadores involuntarios” es no sólo políticamente delirante, y éticamente inquietante, sino también un ataque al corazón de la tradición catalanista, que ha sido siempre una corriente integradora, portadora de un mensaje abierto, inclusivo y transversal. «Un manifiesto lamentable» (Editorial La Vanguardia, 4 de abril de 2016)