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El caso del CIDOB es llamativo por la osadía. Renunciar a un modelo de éxito para convertirlo en un instrumento al servicio de una causa es de tal audacia que deja entrever que no es un caso aislado y, lo peor, que se ha perdido la vergüenza al tamiz ideológico. El método más rápido, seguro y doloroso de empobrecernos. Si para vender la Catalunya del futuro perdemos lo que nos aporta valor en el presente, ¿qué nos queda? “Lo que somos y lo que perdemos” (El Periodico, 30 de abril de 2016)