Abrimos los ojos a las 17.15 h del 11 de septiembre del 2012, y el dinosaurio seguía allí. Seguía la desigualdad, el enfrentamiento, los desahucios; y aunque volvimos a gritar la fórmula mágica en la misma fecha y hora en los años sucesivos, la calabaza no se convertía en carroza ni los ratones en lacayos. Así terminan en la historia muchas cosas que empezaron con sonrisas, cánticos, banderas y una palabra mágica
Cuando empezó el procés, hace algo más de tres años, aquello parecía la vie en rose. ¡Qué hermoso era todo! ¡Qué emocionante! ¡Qué fácil! ¿Cómo no nos habíamos dado cuenta antes? Era tan simple como cerrar los ojos y pedir un deseo. Había que pedirlo, eso sí, todas y todos juntos, en voz alta, en las calles, cogiéndonos las manos, sonriendo. Y había que hacerlo en una fecha señalada, ondeando una determinada bandera, entonando un cierto cántico, pronunciando la palabra mágica: in, in-de, in-de-pendència, a la hora exacta. Si se hacía así, no podía fallar. Cerraríamos los ojos en el minuto 17.14 y cuando los abriéramos, a las 17.15 h, ya no viviríamos en la “pobra, bruta, trista, dissortada pàtria” que describió Espriu, con desahucios, pobreza infantil y asesinatos machistas, sino en una de esas naciones “nord enllà, on diuen que la gent és neta, i noble, culta, rica, lliure, desvetllada i feliç”, sin corrupción y con helado de postre cada día.
Pero resulta que abrimos los ojos a las 17.15 h, el 11 de septiembre del 2012, y el dinosaurio seguía allí. Seguía la desigualdad, el enfrentamiento, los desahucios; y aunque volvimos a gritar la fórmula mágica en la misma fecha y hora en los años sucesivos, la calabaza no se convertía en carroza ni los ratones en lacayos. Es más, lo que hemos visto al abrir los ojos es que el 52% de la población catalana está en contra de la in, in-de, in-de-pendència; que el Estado español no parece muy dispuesto a sentarse con nosotros a dibujar fronteras mientras nos sirve el té; que la comunidad internacional nos ha dicho por activa y por pasiva que no piensa reconocer una declaración unilateral de independencia; y que hasta los mismos que la defienden porque están convencidos de que nos conducirá a una Arcadia rica, libre y feliz, no se ponen de acuerdo en cómo se consigue eso: los unos (CUP) exigen un plan de choque de 6.900 millones, los otros (JxSí) ofrecen 270. Bah, pelillos a la mar. ¿Qué importan las leyes, la Unión Europea, el 52% de los votantes, y 6.630 millones más o menos, cuando se tiene la épica, la fórmula mágica y el precedente de unos payeses del siglo XV? Cuya acción, por cierto, provocó (leo en Wikipedia) una guerra que fue “larga y sangrienta”.
No quiero ser aguafiestas, pero así terminan en la historia muchas cosas que empezaron con sonrisas, cánticos, banderas y una palabra mágica.