En realidad no hay solución más allá de sensatas fórmulas de “conllevancia” que trabajosamente se empeñen en construir, con grandes dosis de diálogo y generosidad, sistemas de poder compartido. Por supuesto, los pactos que se alcancen —la reforma federal o un encaje más satisfactorio de las respectivas minorías— podrían refrendarse luego por la ciudadanía. Pero esa no sería ya una votación divisiva que no recogería la preferencia de una bolsa importante de ciudadanos catalanes, probablemente la más abundante, que rechaza el statu quo, pero no quiere la secesión, sino un nuevo pacto para renovar y mejorar el autogobierno. «El referéndum no es la solución» (El País, 2 de diciembre de 2015)