Lo normal es que el candidato que quiere ser presidente encabece la lista de su partido y más aún si se trata del presidente de la Generalitat. Pues no, mire usted por donde el desprestigio, las implicaciones judiciales de él y de su familia, y su falta de vergüenza reiterada, obligan a encontrar unos colchones que alivien la caída y que cubran esa parte grosera de su política: la de ejercer de Rajoy en Catalunya y además capitanear el partido más corrupto de la política española
No se lo tomen en serio. Es una farsa cuyo único resultado será el de romper una sociedad para seguir alimentando a la casta política y aledaños, que llevan manejando este país desde el día aquel que un individuo gritó desde el balcón de la Generalitat : «En adelante, de ética y moral hablaremos nosotros». Es decir, él. Y añadió: «no lo dudéis, el de hoy es un acto histórico». Y vaya si lo fue, mientras las masas arrogantes y ensoberbecidas en su ceguera fascistoide, jaleaban «¡Pujol president! ¡Catalunya independent!». Sucedió un miércoles, 30 de mayo de 1984. La familia que roba unida permanece unida.
Han pasado treinta años de aquello que inició el llamado oasis con abrevadero. «¿Papá, tú estuviste en la plaza Sant Jaume aquella inefable tarde? ¿Llevabas la cartilla de ahorros de Banca Catalana? ¿Y prometiste que aún aumentarías tus ingresos ante aquel rey del cinismo y la doblez? Pues si es así, papá, mejor que metas la papeleta de los tuyos en el lugar obligado de los idiotas, el culo».
Ríanse, ríanse, que en el festival de la estupidez aún hay espectáculo para rato. Porque no estamos en manos de un loco y un par de bobos, sino de gente aviesa que no sólo nos ha llevado la cartera sino que nos quieren garantizar seguir haciéndolo por mor de la patria de la estafa que ellos representan. A cantar todos, mientras reímos: ¡qué gran inversión la de embargar las sedes de Convergència!
¿Se han dado cuenta que si leen los discursos transcritos por los medios de comunicación autóctonos, incluida TV3%, no hay nadie tan agudo, sensible, tierno, corazón de oro -de oro de verdad y de muchos quilates- como ese hombre que el destino nos legó bajo el imperativo de heredar el poder de la familia más tramposa que conoció la Catalunya reciente? Que un hijo se aprovechara, en fin, está en las inclinaciones de todo clan. ¡Pero todos, empezando por la primera dama, la floristera, «és massa»! Ríanse, ríanse, que esto aún va a dar mucho juego. Todo el mundo habla de nosotros, hasta Obama, dice orgiásticamente el hombre de la mandíbula de hierro. O César o nada.
Él no será nada, pero nos dejará una sociedad abierta en canal. Porque la capacidad del político en el que se dan las mismas cantidades de ambición que de descaro, rodeado de una troupe de aduladores de seminario, los destrozos que causa el naufragio son irreparables durante décadas. El acoso real a los disidentes empieza a adoptar en Catalunya esa fórmula que la dictadura cubana denomina, con desfachatez, «actos de repulsa». No hay violencia física, basta con el aislamiento, el insulto y la amenaza. Los periodistas tenemos una responsabilidad silenciándolos, porque pronto seremos nosotros las víctimas en esta sociedad cada día más dividida y con unos niveles de agresividad que no se detectarán en los barrios altos pero sí en aquellos donde pasar de la extrema izquierda a la extrema derecha consiste en una leve evaluación de intereses. Estamos alimentando el huevo de la serpiente, algo insólito desde hace más de medio siglo en Catalunya. Y por supuesto, la culpa es del otro, del que no se adapta a «nuestro natural patriotismo, pacífico y conciliador».
No creo que en la historia de la democracia en el mundo haya un precedente como el de las elecciones autonómicas del 27-S. Se lo cuento para que se enteren, porque yo, que soy paciente y masoquista lector de periódicos, no he conseguido hasta ahora nadie que me lo explicara. Convocan elecciones autonómicas, que aseguran van a ser plebiscitarias, y lo hacen empezando la campaña en el día que el patriotismo de cartón piedra festeja, el 11 de septiembre, a uno de los cobardes más notables de la Catalunya contemporánea, Rafael Casanova. Ya me gustaría a mí saber cuándo se enteró Arturo Mas, aquel chico que jamás en su vida se «metió en líos», de quién era el tal Casanova. Su padre no debió de ser, porque él sí estaba metido en líos muy beneficiosos para su pecunio.
Convoca elecciones en una fecha que no sólo favorece sus intereses sino que rompe con una tradición de la que el president Mas no tiene ni idea. (Mandíbula de cemento armado, acaba de publicar con su firma, un artículo en Libération de París, evocando al presidente fusilado, Lluís Companys. ¿Quién habrá sido el amanuense que lo redactó? ¡Qué carajo sabe Mas de Companys y de la historia de Catalunya, de la que ha estado ausente hasta que le dieron la oportunidad de hacerse un nombre y una fortuna! ) Y por si fuera poco, las votaciones del 27-S coincidirán con «un puente» en Barcelona, el de la Mercè, que llevará a la parte más reacia a su espectáculo, la metropolitana, a desdeñar este juego de trileros, chapitas y bolitas de papel.
Lo normal es que el candidato que quiere ser presidente encabece la lista de su partido y más aún si se trata del presidente de la Generalitat. Pues no, mire usted por donde el desprestigio, las implicaciones judiciales de él y de su familia, y su falta de vergüenza reiterada, obligan a encontrar unos colchones que alivien la caída y que cubran esa parte grosera de su política: la de ejercer de Rajoy en Catalunya y además capitanear el partido más corrupto de la política española, en franca competición con los populares. Fíjense en el detalle: el president de la Generalitat, que aspira a seguir en el cargo, se coloca a resguardo, en el puesto número 4. Algo inédito, porque no se trata de una coalición ni nada que se le parezca sino de un contubernio entre tres trepas y un avispado logrero de la política.
Y como hicieron tamaña operación sin que la opinión pública catalana dijera ni pío -la opinión pública catalana desde que se retrató en el Palau de la eminente familia Millet está un tanto de capa caída y se limita a la conspiración gastronómica; es decir, comer bien sin decirlo a quién-. Pues fue muy fácil, primero buscaron a un izquierdista de «familia bona». Aquí los exjóvenes izquierdistas son como las setas, surgen apenas deja de llover. No conozco otro lugar donde las convicciones de los radicales de izquierda puedan cambiar gracias a un teléfono.
Sugiero que el próximo ensayo de hombre tan experimentado como Xavier Rubert de Ventós debería orientarse hacia el valor de la llamada telefónica en el sistema de principios de la intelectualidad catalana. Como Gila: «¿Es el enemigo? Necesitamos que nos ayuden prestándonos a alguno de los suyos, porque andamos muy mal de personal leído». Ocurrió con Ferran Mascarell, procedente de la fecunda cantera de oportunistas que fue el PSUC, rama Bandera Roja, ¿ya saben?, los que eran partidarios de la lucha armada y barrer a los reformistas. Iba para candidato a alcalde socialista y una oportuna llamada del presidente Mas lo convirtió en fidelísimo convergente. Lo más posmoderno de la política catalana consiste en ser compañero de viaje en clase preferente.
Esta vez se obró el milagro con un eurodiputado de Iniciativa, Raül Romeva, del que ni siquiera los suyos tenían en valor. Se repitió la llamada de Gila y allá se fue. La oportunidad de su vida. Imagínense el juego de trileros. Usted ve como la bolita de papel entra en la chapa de Romeva, o de las responsables históricas independientes de las organizaciones más dependientes de Catalunya, Òmnium Cultural y ANC. Y mientras usted contempla perplejo las tres chapitas, el experto le dice que el papelito está en otro sitio, en el dominio del president, organizador de la timba, que al ser el cuarto no tiene chapa. Cualquier votante a esto lo llamaría una estafa. Aquí los plumillas de postín mediático lo denominan «suma de voluntades soberanistas». Con un pacto secreto, sobre el que nadie, en nuestros medios de abrevadero, ha exigido una explicación.
No estamos al borde del abismo, estamos en el límite de la estupidez. Bastaría con escuchar al de la primera chapa, Raül Romeva: «Catalunya será el principal aliado que tendrá España en el mundo». ¡Bravo! Como el más clásico de los pasodobles taurinos, «En er mundo».
La Vanguardia, 19 de septiembre de 2015.