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Crear un nuevo Estado de tintes étnicos por vanidad y capricho no encaja precisamente en el sueño europeo. Muy al contrario, el proyecto soberanista es antieuropeo. La moderna ciudadanía democrática es esto: ni los ricos se autodeterminan de los pobres, ni los hombres de las mujeres, ni los heterosexuales de los homosexuales, ni los católicos de los ateos, ni —sin que medie sólida justificación de la que el nacionalismo carece— los catalanes nacionalistas del resto de los españoles. «Cataluña ya es libre y europea» (El País, 6 de abril de 2015)