El horror no acabó con el suicidio de Hitler en su búnker y con la liberación de los supervivientes de Treblinka y Mauthausen: al menos hasta mediados de los años cincuenta, millones de europeos sufrieron hambre y horrendas privaciones, desamparo o reclusión, persecuciones y exilios forzados, deportaciones étnicas masivas, esclavitud y torturas, sevicias y violaciones padecidas por millares de mujeres, amén de incontables ejecuciones sumarias impulsadas por la indiscriminada venganza. «La pátina frágil de la civilización» (El País, 19 de marzo de 2015)