Cuando se intenta retratar España y los españoles como sujetos incapaces de cambiar e incapaces de cualquier progreso, cabe preguntarse de qué españoles y españolas estamos hablando. ¿Se habla de Bartolomé de las Casas? ¿De Clara Campoamor, Miguel Hernández, Lorca, Alberti y los jornaleros ácratas andaluces? ¿Están hablando de los que están luchando ahora para mantener el estado del bienestar y la sanidad pública en Madrid? Yo cuando hablo de la gente con la que me quiero federar, hablo de esta gente. Hablo de la historia y de las luchas que hemos compartido y que seguimos compartiendo
(Este texto es una transcripción de la intervención de Ferran Pedret en la presentación de Federalistes d’Esquerres en Cornellà el 5 de noviembre de 2014*)
Somos federalistas por muchas razones: algunas de ellas tienen que ver con convicciones filosóficas y éticas que a veces cuesta explicar cuando se dispone de poco tiempo; otras tienen que ver con una actitud de oposición con algunas ideas, sobre todo del siglo XIX, que han circulado por el mundo y que nosotros no compartimos, como es la idea de considerar que a cada nación le corresponde necesariamente formar un estado. La oposición a esta idea la expresamos, entre otras razones, porque consideramos que si hiciéramos un estado independiente para cada una de las naciones que existen en el mundo el resultado sería enormemente conflictivo. Sólo hay que ver cuál es la distribución lingüística y nacional de la población europea para darnos cuenta de que esto generaría un grave conflicto. Tampoco somos partidarios de la idea de que cada estado sólo puede incluir una nación, una idea que es un poco del siglo XVII.
Como descartamos tanto la una como la otra, nosotros creemos en la posibilidad y en la bondad de la idea de que varias naciones convivan formando un solo estado. De hecho, todos los que cantamos la Internacional en catalán lo decimos en el estribillo, hablamos de la patria de los humanos. En el fondo, esta es la aspiración última de los federalistas. Incluso Immanuel Kant ya había soñado con esta posibilidad de gobierno mundial. El federalismo que podamos construir aquí y en Europa deben ser los primeros pasos para ir avanzando en esa dirección.
Las naciones pueden perfectamente convivir en estados federales que son la forma más adecuada de organización para los estados que tienen un carácter plurinacional como es el caso de España, que de una manera muy clara es un Estado donde conviven diferentes lenguas y naciones. Por tanto, sus instituciones, el conjunto de su arquitectura política y administrativa haría bien en adaptarse a esta realidad existente y permitir que el encaje de las diferentes naciones en el estado federal fuera lo más perfecto posible. Ahora bien, no somos federalistas sólo porque creemos que esta es la mejor manera de organizar la diversidad con el grado de riqueza que tiene España, sino también porque creemos que el federalismo es bueno como principio de organización social. Esto tiene que ver con nuestra visión o concepción del mundo y con la aspiración de construcción de un mundo y una sociedad socialmente justa.
Cuando algunos independentistas nos dicen que nuestra idea está falta de épica y alma y que la única utopía realmente en competencia en el debate público es la independencia a mí me cuesta entender y me ofende un poco. Aquellos de vosotros a los que os gusta la historia, tal vez conozcáis la historia de la Comuna de París de 1871, aquel gran levantamiento de las clases populares de París, para construir lo común con justicia social, bajo las premisas y aspiraciones de la igualdad y la libertad. A los que somos de izquierdas aquella gesta nos lleva a una cierta avocación de la utopía y la emotividad. Esta gente se llamaban a sí mismos ‘los federados’ y el muro donde los fusilaron, en el cementerio de Père Lachaise de París es el muro ‘de los federados’. Y no es casualidad, porque cuando nosotros hablamos de federación estamos diciendo muchas más cosas que la arquitectura de un Estado. Estamos hablando de nuestra preferencia por la cooperación como forma de organización social y de nuestra preferencia por la autogestión: estamos hablando de cómo entendemos las relaciones de unas personas con otras.
Entendemos que no somos más libres cuanto más aislados estamos unos de otros, sino cuanto más estrechos son los vínculos que nos unen unos con otros, cuando más densa es nuestra red de relaciones de cooperación con los demás individuos
Entendemos que no somos más libres cuanto más aislados estamos unos de otros, sino cuanto más estrechos son los vínculos que nos unen unos con otros, cuando más densa es nuestra red de relaciones de cooperación con los demás individuos. Si no se quiere creer así, formulado en positivo, sólo hay que ver cómo nuestros principales adversarios- la idea neoliberal, el neoliberalismo que ha dominado los últimos treinta y cinco años- intentan romper todos los vínculos de solidaridad que unen unas personas con otras, porque saben perfectamente que así, aislados unos de otros, somos como algo que se ha roto, somos más miedosos, nos sentimos más débiles, menos capaces de transformar lo que pasa a nuestro alrededor. Por tanto, entendemos que nuestra libertad crece cuando más densa es nuestra red de vínculos con los demás, cuando más buscamos en el otro, no para competir sino para cooperar, para aprender, para intercambiar, para crecer, para hacer juntos lo que no podemos hacer solos, individualmente.
En el fondo, hay mucha gente que el federalismo lo practica cuando se asocia, sea formal o informalmente, cuando se federa en asociaciones de vecinos o deportivas. Esto no es sólo una manera de hablar, son federaciones de gente que se une para cooperar y hacer lo que por separado no pueden hacer.
Hay también una serie de razones que quiero exponer porque a menudo los independentistas, que han desarrollado un eficaz argumentario, nos confrontan muchas de estas cuestiones: una es que España no quiere ni puede cambiar, España es un muro infranqueable. La primera cuestión que me pregunto, creo que legítimamente es cómo se ha llegado a producir esta personificación absurda de España.
España no tiene una sola mente, una sola voluntad. Es tan plural como Cataluña y no quiere una sola cosa. En España hay gente que quiere cosas muy diferentes. Cuando se intenta retratar España y los españoles como sujetos incapaces de cambiar e incapaces de cualquier progreso, me pregunto, también legítimamente, de qué españoles y españolas están hablando. ¿Están hablando de Bartolomé de las Casas, de Miguel Servet, de la Institución Libre de Enseñanza, de Clara Campoamor, de Miguel Hernández, de Lorca, de Alberti, de los jornaleros ácratas andaluces, los extremeños fusilados por miles en las plazas de toros, los comuneros de Castilla, o de los asturianos de la revuelta del 34 y de los que lucharon por el sostenimiento de la República hasta el final? ¿Están hablando de los gallegos federalistas, los liberales progresistas en su momento, de los afrancesados que tantas ideas ilustradas introdujeron en nuestro país? ¿De qué están hablando? ¿Están hablando de estos españoles? ¿Están hablando de los que están luchando ahora para mantener el estado del bienestar y la sanidad pública en Madrid? ¿Están hablando de los que luchan contra la corrupción en Valencia o en tantos otros lugares? ¿Están hablando de los gallegos que ahora defienden la Ría de Ferrol contra la invasión de las plantas y buques de carga de gas? ¿De quién están hablando? Yo, cuando hablo de la gente con la que me quiero federar, hablo de esta gente. Hablo de la historia y de las luchas que hemos compartido y que compartimos ahora. Hablo de la historia que quiero que compartamos por mucho tiempo con los pueblos del resto de España, con las clases populares y trabajadoras, que son nuestros aliados naturales para construir una federación democrática y social en España, como primer paso para una federación democrática y social de Europa y en todo el mundo.
Por lo tanto, que no nos vengan con ello que en el otro lado no hay nadie. En el otro lado hay muchísima gente que tiene exactamente el mismo afán de transformación, de justicia social, el mismo anhelo, el mismo «cabreo», si me lo permiten, que mucha gente en Cataluña. Lo digo porque entiendo perfectamente cuál es el atractivo de hacer borrón y cuenta nueva, de borrar la pizarra y romper con un pasado que a veces es juzgado con mucha severidad y entiendo el atractivo de hacer un país nuevo.
En el otro lado hay muchísima gente que tiene exactamente el mismo afán de transformación, de justicia social, el mismo anhelo, el mismo «cabreo», si me lo permiten, que mucha gente en Cataluña. Un proceso dirigido en parte por todos aquellos que siempre han sido refractarios a los cambios en clave de igualdad y justicia social, difícilmente produciría como resultado un país socialmente más justo
Nosotros, todos los que estamos aquí, también queremos un país nuevo. Pero otra de las preguntas que nos hacemos, creo que también legítimamente, es desde cuándo hacer un Estado nuevo ha tenido como consecuencia necesaria tener un país nuevo. En mi tradición hacer un país nuevo, una sociedad nueva, tenía mucho más que ver con cambiar las relaciones de producción, cambiar la forma en que se produce y distribuye la riqueza, en el fondo, cambiar las relaciones de las personas entre sí y con su medio, mucho más que en hacer un nuevo Estado. No voy a entrar a analizar las correlaciones de fuerzas que seguirían existiendo al día siguiente de una supuesta independencia si se produjera en breve, pero creo que todos nos podemos imaginar que un proceso dirigido en parte por todos aquellos que siempre han sido refractarios a los cambios en clave de igualdad y justicia social, difícilmente producirían como resultado un país socialmente más justo.
Por mucho que se hable a veces de la ruptura democrática y a veces de forma curiosa se hable de que esta ruptura en Cataluña desarrollaría un proceso de ruptura democrática en el resto de España. Yo estoy convencido de que no sería así y además, estoy convencido de que este país nuevo, que mucha gente en Cataluña quiere hacer, seguramente si se lo piensa dos veces puede entender las razones por las que nosotros pensamos que no debe ser un país que construyamos nosotros solos, pensando sólo en los catalanes y las catalanas. Si queremos de verdad una sociedad nueva, no puede ser construida en base a «nosotros solos ya saldremos adelante». Creemos que la transformación en clave democrática poniendo la justicia social en el centro de la preocupación y la acción de los poderes públicos, es un proceso que podemos y debemos hacer con toda esa gente que antes os mencionaba.
Debemos hacer un país nuevo con toda esta gente que son nuestros compañeros, aunque ahora mismo algunos no tengan la certeza de considerarse federalistas, porque es un tema que en el debate público tampoco ha estado muy presente en los últimos años. Pero os pido un breve «acto de fe», que os explico porque a continuación vienen los datos: cuando sales de Cataluña también hay muchos federalistas. Están y contestan a las encuestas cuando les preguntan cuál es su modelo de Estado preferido. El 21% de los encuestados responden que son federalistas y cuando les preguntan si estarían de acuerdo con una reforma federal de la Constitución, prácticamente el 50% lo está. No es un mal inicio, no es posible afirmar que en el otro lado no hay federalistas y no hay nadie que quiera escuchar. De muchas diversas maneras y muchos matices entre unos y otros, tanto el PSOE como IU están haciendo propuestas en clave federal, también PODEMOS, EQUO, algunos dentro de COMPROMISO…. También los dos principales sindicatos a nivel estatal y muchas fuerzas políticas más pequeñas tienen en su programa una apuesta federal. Por lo tanto, hay una base social, fuerzas políticas y sindicales, gente del ámbito de la cultura, de la academia, que ante la situación que se ha creado quieren apostar por esta transformación federal de España.
Como federalistas de Cataluña, es nuestra oportunidad -en Cataluña esta tradición siempre ha contado con mucho arraigo- de ofrecer el federalismo, no sólo como una manera de solucionar la carpeta catalana, sino como una palanca para la transformación y regeneración democrática de todo el Estado. Los principales argumentos que nos encontramos en contra son del estilo: «Esto va a costar, no es fácil, parece que seamos pocos…». Pero en ningún caso dicen que la idea es mala o no lleva a ninguna parte. La idea federal es una idea que vale la pena, que seduce, que gusta cuando se explica bien.
Por lo tanto, conmino a que nos levantemos y nos organizemos como Federalistas de Izquierdas y en todos los ámbitos donde tengamos la capacidad de organizarnos para hablar de la idea. Cuanto más hablamos, más federalistas hay, más gente se reconoce a sí misma como federalista. ¡Hagámoslo! Hagámoslo porque la situación es grave y el momento es el adecuado, porque como decía el federalista cántabro Ourense, del siglo XIX: «no se da fácil forma al hierro sino cuando esta candente». Pues es el momento de trabajar el hierro, siguiendo esta lucha por la justicia social. Permitidme que me despida con unas palabras de Jean Jaurés, socialista asesinado por un nacionalista francés por oponerse a la primera guerra mundial. Decía: «La historia nos enseña la dificultad de las grandes tareas, la lentitud de los logros, pero justifica la esperanza». Desde esta esperanza os convoco y pido que respondamos trabajando intensamente por el federalismo.
*Transcripción de Mireia Esteva
VIDEO DE LA PRESENTACIÓN DE FEDERALISTES D’ESQUERRES EN CORNELLÀ