Tirar la toalla de la negociación y del diálogo es ceder a la impotencia, el mayor enemigo del progreso y la emancipación. No nos dejemos engañar más. Las rupturas no traen por sí solas mejoras sustanciales. Vivir en una sociedad decente y que funcione es fruto de la buena voluntad de quienes viven en ella y, en especial, quienes la gobiernan. Y no solo depende de eliminar el déficit fiscal. «De la independencia al cielo» (El País, 28 de octubre de 2014)