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Cualquier nación utiliza elementos sagrados o mágicos (himnos, fechas, banderas) para dar calor emocional a algo tan frío como es un modelo de organización territorial. Al igual que algunos los proyectan en Dios y el paraíso, otros están proyectando en el Estado propio, como en una pantalla en blanco, todos sus sueños, sin las molestas trabas que al deseo pone la realidad. ¿Los costes de le independencia? Nulos: “estaremos mejor, sin perder nada”. «Cataluña y el pensamiento mágico» (El País, 27 de septiembre de 2014)