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La corrupción continuada en Cataluña, protagonizada por el expresidente de la Generalitat y su familia, ha sido –está siendo– un acontecimiento de tanta dimensión que es imposible suponer que no provocará, casi inconscientemente, un retraimiento en ese entusiasmo tan argumentado por los convergentes y republicanos. «El secesionismo vive, el proceso está muerto» («El Confidencial», 05 de agosto de 2014).