El resultado de la convocatoria electoral anticipada del próximo 25 de noviembre será decisivo para el futuro de los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña. Desde que CiU llegara hace dos años al Gobierno de la Generalitat, hemos vivido un proceso político paradójico. Por un lado, el Gobierno de Artur Mas se ha situado en la avanzadilla de un modelo de política fiscal y duros recortes sociales, educativos y sanitarios, que nos aleja del modelo social de los países más avanzados de Europa, a la vez que en las Cortes españolas ha apoyado reiteradamente las políticas laborales más regresivas de la democracia. La alianza CiU-PP también ha hecho posible un retroceso escandaloso en los medios de comunicación públicos, revertiendo los pasos adelante hacia una mayor libertad que habían dado los gobiernos progresistas en España y Cataluña. CiU ha consumado, en muy poco tiempo, un giro estratégico oportunista, poniéndose al frente de un movimiento independentista que pretende iniciar un proceso de secesión de Cataluña..
La sociedad catalana está sufriendo una grave crisis económica que ya se ha convertido en una crisis social y política que se ha traducido en un aumento de la pobreza y la desigualdad y en una merma en el principio de igualdad de oportunidades. Muchas personas hoy están sufriendo y viendo truncados sus proyectos vitales. Esta situación reclama por parte de todo el mundo un ejercicio de responsabilidad política y ética, sobre todo en un momento en el que el descrédito de los partidos y de las instituciones es extraordinariamente grave. Consideramos que la ruptura con España no es la única salida de futuro y que el inicio de un proceso de secesión en un contexto como el actual, pone en peligro la cohesión social y no es el camino para mejorar las condiciones de vida de los catalanes, ni desde el punto de vista económico, ni social ni cultural.
Hoy muchos proponen la independencia como un camino “mágico” para salir de las dificultades, desprendiéndonos del peso muerto que, dicen, representa España. Un discurso donde se mezclan verdades a medias y exageraciones diversas, particularmente con respecto a las relaciones fiscales entre Cataluña y el Estado, hasta el punto que es habitual escuchar afirmaciones tan populistas y agresivas como “España nos roba”. En paralelo, algunos sectores independentistas han logrado extender la idea de que la secesión de España, que significa la ruptura del Estado, será un proceso sin costes económicos excesivos, sin fractura social, políticamente amable, donde todo será sólo beneficios. El soberanismo cree que el fenómeno de la globalización sólo puede tener consecuencias positivas para Cataluña y por eso ha asumido sin complejos el modelo económico neoliberal. Para la sociedad catalana, disponer de un estado propio será un “buen negocio”, se afirma. El énfasis en las virtudes económicas de la independencia, que no se sostienen en un análisis riguroso, no es más que una estrategia calculada para esquivar una rotunda realidad social que remonta a muchas generaciones: el hecho de que la mayor parte de la ciudadanía de Cataluña compartimos catalanidad y españolidad en grados diversos.
Rehuimos las visiones apocalípticas sobre una virtual secesión, pero no estamos dispuestos a aceptar acríticamente los argumentos azucarados del independentismo. No creemos que pertenecer a España sea una obligación perpetua, pero no compartimos tampoco las razones de quienes sostienen la necesidad histórica de la ruptura. Pensamos que la secesión no es la respuesta razonable a los problemas de la sociedad catalana en el marco de las complejidades, interdependencias y soberanías compartidas del siglo XXI. Especialmente, no es la respuesta inteligente en el contexto de una Europa que necesita avanzar hacia niveles más elevados de unidad política en el marco de una crisis que amenaza su propia supervivencia. La comparación entre beneficios y costes sociales es mucho más favorable en el caso de un mejor encaje federal de Catalunya en España y en Europa, que no en el caso de la independencia.
Por todo ello, reconociéndonos herederos de las izquierdas catalanas que han defendido siempre“Cataluña, un solo pueblo”, alzamos nuestra voz para defender abiertamente que la ruptura con España no es la mejor opción ni para salir de la crisis actual ni para articular una alternativa desde la izquierda a las políticas de austeridad europeas. Además, los riesgos, las tensiones y las incertidumbres de un proceso de secesión no son el mejor escenario para mejorar las condiciones de vida de la gente, particularmente de los sectores más humildes y vulnerables.
Hasta el día de hoy no ha habido apenas controversia democrática, en la que los interrogantes de la ruptura hayan podido ser debatidos ampliamente en el marco de un debate público basado en los principios del pluralismo democrático. El federalismo tiene profundas raíces entre los sectores progresistas de Cataluña y cuenta con experiencias exitosas en otros estados del mundo que debieran ser tenidas en cuenta. Reclamamos a las fuerzas políticas de izquierdas que, en un momento electoral como éste, sean valientes, escuchen a la gente, hagan un esfuerzo pedagógico, se atrevan a hablar claro y apuesten por explorar y explicar a la ciudadanía los caminos de un federalismo nuevo, desacomplejado y exigente con el Estado, en el que la ciudadanía de Cataluña se pueda sentir bien desde sus identidades compartidas.
Queremos una España federal en el marco de una Europa federal y socialmente justa. No se nos escapan las dificultades de lo que proponemos y la sensación real hasta hoy de un cierto fracaso en este propósito. Por un lado, porque la izquierda española mayoritaria no ha querido jugar a fondo esta carta y, por otro, porque la derecha española es profundamente nacionalista y se atrinchera cuando le conviene en el inmovilismo constitucional. En Cataluña, en estos últimos años se han ido acumulado muchos agravios e incomprensiones, desde la desgraciada sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto hasta los reiterados incumplimientos de los sucesivos gobiernos españoles en materia de inversiones. La relación entre los gobiernos democráticos de España y de Cataluña se ha caracterizado por la irresponsabilidad de aquellos que han tenido la voluntad de monopolizar y apropiarse de las ideas de España y de Cataluña, con objetivos claramente partidistas. Sin embargo, creemos que no hay suficientes razones para desfallecer y que, en cualquier caso, la alternativa de la secesión es enormemente inquietante y peligrosa para la cohesión social. Nos sentimos cómplices de las voces que, desde otros territorios de España, expresan su disgusto e impotencia ante la imagen monolítica que desde Cataluña algunos proyectan de España, una imagen tan injusta e irreal como la que desde el resto del Estado muchos tienen de Cataluña. En este sentido, es del todo imprescindible que se inicie un movimiento federalista de ámbito español, que sirva también para subrayar que son más las cosas que nos unen que aquellas que nos separan.
Las próximas elecciones al Parlamento de Cataluña no pueden convertirse en un plebiscito donde “independencia sí, independencia no” sea el único tema de campaña. Democráticamente es imprescindible juzgar la acción política del gobierno saliente y confrontar los programas electorales en relación a todos los demás aspectos sobre los que nuestro Parlamento tiene competencias y atribuciones específicas, particularmente en el campo de las políticas de bienestar. Igualmente, no podemos dejar de recordar que el Presidente Mas llega a estas elecciones bajo la sombra de la corrupción y de la responsabilidad de su partido, CDC, en el caso del saqueo del Palau de la Música.
Estas elecciones, en cambio, sí que pueden ser el comienzo de un ejercicio colectivo para debatir y articular las diferentes alternativas políticas – todas ellas legítimas- en relación con el llamado “encaje” de Cataluña en España y Europa. Pero desde un debate libre y plural, sereno y ordenado, sobre las razones que llevan a unos, desde el llamado “derecho a decidir”, a pedir la ruptura y a los otros a pedir un nuevo acuerdo. Un proceso que se resuelva desde el principio democrático, en el marco de un estado de derecho, y que, en su caso, concluya con la celebración de un referéndum. Hoy el principal riesgo no es que Cataluña (o España) pierda soberanía sino que vayamos atrás en términos de democratización, que los ciudadanos de toda Europa pierdan aún más soberanía ante los mercados y el capital. No la recuperaremos si no nos esforzamos por derribar las fronteras que quedan entre los europeos, en lugar de crear otras nuevas.
Por todo ello, queremos hacer un llamamiento a la ciudadanía progresista de Cataluña para que el próximo 25 de noviembre se movilice y dé su confianza a aquellas formaciones políticas que presenten programas nítidamente de izquierdas y que contemplen una renovada y potente opción federal. Que sitúen también en el centro del debate electoral la forma como se han efectuado las políticas de recortes del estado del bienestar realizadas por el Gobierno de Mas, con el apoyo del PP. Y que confronten la existencia de diferentes alternativas ante la crisis. Que reclamen de la Unión Europea políticas de impulso al crecimiento económico con el fin de evitar que la austeridad recaiga sólo en los servicios públicos y las prestaciones sociales. Es decir, una Europa unida al servicio de la gente. En definitiva, que apuesten con claridad por un modelo de estado federal donde la mayor parte de la ciudadanía de Cataluña pueda sentirse cómoda y reconocida, compartiendo con otros pueblos un proyecto común de convivencia, justicia y cohesión social.
Barcelona, 11 de octubre de 2012