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¡Habemus Praesem!

Sí. Como dice el título en latín, tenemos Presidente. Como federalistas y demócratas, no podemos más que congratularnos de que las elecciones celebradas el pasado 23 de julio culminen en la elección de un Presidente, que al mismo tiempo permitirá la conformación de un gobierno con plenas competencias para gobernar.

Pese a todo el ruido que pueda haber en torno a esta elección, ésta habrá seguido un proceso impecable:
 Elecciones limpias, con alta participación ciudadana;
 Amplia representación de grupos políticos en el Parlamento, que representan un espectro amplio de ideologías de izquierda a derecha, y visiones territoriales distintas;
 Un resultado que no permite gobernar a ningún partido si no se hace un pacto amplio entre diferentes, lo que hace muy difícil al gobierno “piconadora”;
 Se dio posibilidad de formar gobierno primero en el PP, que había sacado mayor número de escaños. Solo al no conseguirlo como partido más votado, se ha dado oportunidad al segundo, en el PSOE.
 Pedro Sánchez habrá sido elegido por mayoría absoluta en primera votación, pasando a ser el presidente del gobierno elegido con el apoyo de un mayor número de grupos parlamentarios en toda nuestra historia democrática.

Se han dicho muchas cosas que a nuestro entender, no tienen mucho sentido. ¿Pedro Sánchez sólo se mueve para mantenerse en el poder? Claro que sí. Quiere el poder, como cualquier otro político que se presenta en las elecciones. Sin embargo, no sólo eso: el mantenimiento y aumento de los derechos sociales ha sido una de las características del gobierno anterior; con un programa electoral claro y ambicioso, que ha aprobado todos sus presupuestos en tiempo y forma. En contrapartida,
encontramos en la oposición mucha pobreza de propuestas y un proyecto que se define como antigobierno y contra las leyes que se aprueban en nuestro Parlamento. En el anterior mandato, más de doscientas.

Cierto es que el PSOE no llevaba en su programa, cuando se presentó a las elecciones, algunas de las propuestas pactadas con otros grupos políticos. Claro que no. Pactar significa esto: conseguir del adversario propuestas que no eran propias, y encontrar el máximo común denominador entre todos. Negar el derecho a pactar, es despreciar a los votantes de una parte de la población y no tener la capacidad para llegar a acuerdos con los adversarios demuestra cierta incapacidad democrática.

Pese a las dificultades que significará un gobierno con tantos actores implicados, y que se diga que los pactos sólo permitirán investidura se han firmado acuerdos para facilitar la gobernabilidad por toda la legislatura.

Algunos dicen que hubiera sido mejor convocar nuevas elecciones. Pero repetir elecciones cuando existen posibilidades de acuerdo porque a una parte no gusta el resultado de las anteriores no parece razonable. Esta propuesta se parece mucho a quienes piden un referéndum de independencia año tras año, hasta que sale el resultado que quieren. Pero repetir elecciones, normalmente implica una menor participación ciudadana y resultados más sesgados respecto al sentir mayoritario de la población. Existe un riesgo real de empeoramiento de la situación cuando se repiten elecciones.

Las acusaciones que se hacen en el gobierno parecen fuera de lugar y alejadas de la realidad. Según el recientemente publicado «Informe sobre la democracia en España 2022», de la Fundación Alternativas, entre otras cosas se afirma:

A pesar del notorio descenso en la evaluación de la calidad de la democracia española durante los años de la crisis económica de 2008, desde 2015, tras múltiples procesos electorales y la aparición de nuevos actores políticos, se ha observado una mejora de la valoración en casi todos los aspectos del régimen político. Esto contrasta con el discurso catastrofista de los grupos opositores sobre la ilegitimidad, el autoritarismo y la autocracia del gobierno. En particular, se ha mejorado la esfera social, la participación de la mujer, la responsabilidad de los poderes territoriales (ayuntamientos y comunidades autónomas) y la implicación de la ciudadanía en los objetivos públicos.

Afirmaciones con las que nos identificamos. Por otra parte, para entender el momento actual debemos tener en cuenta que nuestra democracia ha pasado por diferentes etapas y si existen algunas características relevantes que diferencian el momento actual de los anteriores, podemos remarcar tres:

1. Finalización del período bipartidista en 2015. A partir de este año se diversificó el voto y surgieron nuevos partidos, en el centro, en extrema derecha y en extrema izquierda (hoy todos en bajada). La consecuencia fue la dificultad de formar gobiernos, por aumento del número de grupos necesarios para formarlo.

2. Hasta principios de este siglo, se realizó una fuerte descentralización del Estado hasta prácticamente su agotamiento. Empiezan a poner de manifiesto los problemas derivados de una descentralización sin tener en cuenta un modelo de referencia claro. Se comienza a hablar públicamente de la necesidad de avanzar hacia un modelo federal.

3. El fracaso de los movimientos independentistas unilaterales, tanto por vía violenta como pacífica y el inicio del proceso de incorporación de grupos políticos independentistas en las vías políticas habituales, cada vez más necesarios para la gobernabilidad de España.

Las últimas elecciones municipales, autonómicas y generales han puesto de manifiesto las consecuencias que ha tenido, para la derecha constitucional, el escoramiento hacia posiciones maximalistas más propias de la extrema derecha. En las municipales y autonómicas les ha llevado a pactar con la extrema derecha, incluso en casos en que no lo deseaban y lograr políticas que no sólo no llevaban a sus programas electorales, sino también tradicionalmente rechazaban. En el gobierno de España, la dificultad de pactar con grupos a los que desprecia constantemente le ha abocado al aislamiento político ya buscar la polarización en la calle reflejando forma y discurso con los movimientos independentistas que tan desprecia, que nunca obtuvieron el 50% del voto, pero sí fueron capaces de grandes movilizaciones ciudadanas.

Buscar la crispación y la polarización, el acoso en las sedes de los partidos políticos que llegan a pactos, o el insulto al Presidente del gobierno no son buenos ejemplos de actitudes democráticas y suelen manifestarse cuando no se pueden obtener buenos resultados mediante el voto o la política de pactos.

Aunque haya mucho ruido en la calle, cualquier ley que se apruebe en el Parlamento, sea la amnistía o sea otro, lo será con el apoyo de la mayoría de la cámara, habrá posibilidad de enmiendas, y si se trata de una medida de gracia, tendrá que pasar por el Senado y podrá recurrirse al Tribunal Constitucional. Así pues, todavía queda mucho recorrido por unas leyes que apenas empiezan a nacer.

Para nosotros el mayor problema es que estos pactos parecen hacerse sin un marco o modelo de país de referencia que genere consenso. Aquí echamos de menos la necesaria responsabilización de la derecha centrada para compensar posturas descentralizadoras sin tener en cuenta un modelo de referencia del que hablábamos antes, como puede ser el principio de subsidiariedad o los mecanismos de toma de decisiones compartidas, que un modelo federal, pondría al alcance por un país tan descentralizado como el nuestro y nos ayudaría a resolver problemas con mirada de futuro. Quizás, con el consenso de tantos partidos en el gobierno es el momento de poner manos a la obra en sentido federal.