«¿No sería más útil intentar influir: en las empresas, los gobiernos, los partidos, la opinión?… Yo lo intento, pero me siento un poco ridícula, la verdad, cuando mi acción para salvar el planeta consiste en poner tuits, echada en el sofá. Entonces, yo también hablo de Catalunya. Porque es tranquilizador. Porque siete millones de personas podemos ponernos de acuerdo y hacer algo; siete mil millones es más difícil. Porque nos permite aspirar a algo mejor, en vez de sólo intentar evitar lo infinitamente peor –sequías, incendios, inundaciones, millones de refugiados…– que se nos viene encima. Porque sólo afecta a una dimensión de la vida: se puede vivir sin política; no se puede vivir sin agua.»
Catalunya y el planeta ( La Vanguardia, 28 de noviembre de 2019)