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«A los dirigentes políticos debe exigirse que, en la toma de sus decisiones, tengan el mismo cuidado con las que afectan a la ciudadanía del que se exigiría a un buen padre de familia al resolver sobre el futuro de la suya. Pero, hoy por hoy y a la luz de lo acaecido, este no parece ser el caso.

Triste panorama. Porque este mundo en el que nos ha tocado vivir, de creciente y dura competencia entre países, regiones y ciudades, no se va a detener por más problemas que nos achaquen. Por el contrario, si pueden utilizarlos para apartarnos del camino y sacar ventaja, lo harán.

Quizás al final de esta historia, en algún momento de un futuro indeterminado, haya quienes echen la vista atrás y recuerden, con tristeza, la pujanza perdida de su ciudad. Y que, aquella Barcelona, construida con tanto esfuerzo y generoso empuje en los últimos cuarenta años, les acabe pareciendo, parafraseando a Eduardo Mendoza, una verdadera ciudad de los prodigios. Esperemos que no sea así.»

Prodigio de ciudad (La Vanguardia, 8 de noviembre de 2019)