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Hay que agradecerle a Llach que detalle a sus fieles la información sobre la ‘desconexión exprés’ que JxSí hurta al Parlament y a la ciudadanía

Lluís Llach es uno de los diputados de Junts pel Sí más reclamados por las entidades soberanistas para predicar por el ‘territori’. A la tropa independentista le embelsa el cantautor jubilado por su tono pausado, su buen humor y la firmeza con la que fustiga al discrepante. Suele despreciar la línea editorial de diarios como EL PERIÓDICO tachándola de «venenosa», solo porque no comulga con su mismo credo. Nada que objetar: quien en el ejercicio de la libertad de expresión fiscaliza e incluso critica al poder establecido se expone, a su vez, a ser criticado por este. Ello, pese a que la censura de la prensa recuerde demasiado a los tiempos de ‘L’estaca’.

Pero la intimidación de los funcionarios por parte de un cargo público pulveriza las fronteras de la libertad de expresión para adentrarse en el terreno de la más burda coacción. Porque, conviene subrayarlo, Llach no protagoniza sus patrióticas conferencias como el mito de la música catalana que es, sino en tanto que miembro de la mayoría parlamentaria de Junts pel Sí, sostén del Govern junto a la CUP y facultada, por tanto, para hacer efectivas sus amenazas a los empleados públicos.

«Cuando tengamos la ley de transitoriedad jurídica obligará a todos los funcionarios que trabajan y viven en Catalunya. El que no la cumpla será sancionado. Se lo tendrán que pensar muy bien. No digo que sea fácil, al revés, muchos de ellos sufrirán. Porque dentro de los Mossos d’Esquadra hay sectores muy contrarios (…) Existe la posibilidad que nosotros alcancemos la independencia, y por lo tanto la gente deberá pensarse muy seriamente qué actitud tiene ante una legislación catalana que, si llegamos a la independencia, le pedirá responsabilidades». Así habló Zaratustra.

REPRIMIR AL DISIDENTE

Ciertamente, hay que agradecerle a Llach que detalle a sus fieles la información sobre la ‘desconexión exprés’ que JxSí hurta al Parlament y al conjunto de la ciudadanía. Pero también preguntarse qué demonios de «país normal» sería esa República catalana que antes de constituirse ya amenaza con reprimir al disidente, sea este funcionario o ciudadano de a pie. ‘No era això, companys, no era això…’

El Periodico, 25 de abril de 2017