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Una de las razones por las que existe un creciente consenso académico acerca de las virtudes del federalismo es su complementariedad no sólo con la regeneración democrática sino también con la igualdad en nuestras sociedades crecientemente interconectadas. Es necesario un modelo federal, por ejemplo, para una política redistributiva tan importante como la renta mínima

Los federalistas somos anti-demócratas y tenemos serios problemas cognitivos (a juzgar por las declaraciones de los independentistas catalanes Raül Romeva y Josep Rull), a pesar de que la mayoría de personas que viven en democracia en el mundo lo hacen en federaciones, y a pesar de que empieza a haber un importante consenso académico señalando los principios federales como una posible solución a los problemas de España y Europa.

Raül Romeva, el de “o todo o nada” que recuerda a “Todo por la Patria”, y que encabeza una lista hecha en una reunión cerrada en un palacio, con la cual se pretende evitar que un presidente camuflado rinda cuentas a los electores de su mala gestión, dijo que quienes se oponían al proyecto soberanista y no asistían a sus manifestaciones no eran demócratas. Josep Rull, dirigente de CDC, dijo que Pedro Sánchez, tras reiterar su propuesta federal en Barcelona, no entendía «nada» (a otros federalistas también nos lo dicen a menudo, a pesar de dedicar nuestras sacrificadas vidas al estudio). Debe ser que Rull tiene un currículum académico impresionante.

Sin embargo, los constitucionalistas académicos españoles, estos sí, incluidos los catalanes, en su gran mayoría apuestan abiertamente por una reforma federal de la Constitución. La mayoría de economistas, filósofos y politólogos europeos (desde Tirole y Piketty hasta Habermas) coinciden en que Europa debe transitar lo antes posible desde el modelo confederal e intergubernamental actual a uno federal. ¿Tampoco entienden «nada» todos estos intelectuales?

Una de las razones por las que existe un creciente consenso académico acerca de las virtudes del federalismo es su complementariedad no sólo con la regeneración democrática (en un sistema federal, todos los niveles relevantes de gobierno rinden cuentas directamente a la ciudadanía), sino también con la igualdad en nuestras sociedades crecientemente interconectadas. Esto es casi obvio cuando se trata de construir un sistema federal desde uno intergubernamental a nivel internacional, como es el caso europeo, como ha puesto de manifiesto Piketty en sus argumentos para combatir la creciente concentración internacional de la riqueza.

Es menos obvio en el caso de construir un sistema federal desde un estado unitario, como es el caso español. Ciertamente, la relación entre federalismo en este caso y desigualdad es compleja, como señalaron los politólogos Linz y Stepan hace años. Pero un interesante debate twitero el pasado sábado 18 de julio por la tarde entre Ignacio Urquizu, Alain Cuenca y la cuenta oficial de Federalistes d’Esquerres ponía de manifiesto la necesidad de un modelo federal por ejemplo para una política redistributiva tan importante como la renta mínima. Sin un mínimo fijado por el nivel federal, las comunidades pueden ser reacias a aplicar la medida por miedo a atraer personas pobres; una vez fijado el mínimo, y ante las dudas que existen respecto a cuál es el mejor modelo, así como para adaptarse a las especificidades de cada territorio, las comunidades podrían experimentar con varios modelos. Solidaridad y diversidad, la esencia del federalismo. Una vez más, este no es una receta «territorial» o «identitaria» sino una serie de principios para organizarnos bien y mejorar el bienestar de la población, empezando por las personas más vulnerables.

Blog Progreso Real, 22 de julio de 2015