El federalismo español arranca a principios del siglo XIX en el seno del republicanismo, abrazando las ideas de reforma democrática, laica y social, para adquirir perfiles propios como propuesta de organización territorial a partir de la obra de Francisco Garrido (1821-1883) y, sobre todo, Francisco Pi y Margall (1824-1901)
En ese momento el debate sobre la organización política del Estado se situaba entre las propuestas republicanas liberales que nacían de las Cortes de Cádiz, los movimientos Fouriesitas nacidos en Andalucía y que se trasladaron a Madrid y el movimiento krausista en Cataluña que no era exactamente federalista pero pensaba la organización territorial en forma de un estado unitario descentralizado.
Desde la creación del Partido Republicano Federal (PRF) en 1868, el programa sinalagmático de Pi no logró aglutinar la mayoría necesaria para reconstituir España sobre la base de pactos libres entre las regiones históricas. El sector orgánico de Salmerón, Chao y Figueras -partidarios de la descentralización política-, y el más unitarista de Castelar, compitieron por el control del partido y, junto al descontrol de los cantonalismos, contribuyeron a difuminar la idea federal en España.