Los derechos y las libertades no empiezan hoy
Este mes de febrero se han cumplido 150 años de la proclamación de la primera república, en la que hubo dos presidentes catalanes: Estanislao Figueras de Reus y Pi y Margall de Barcelona. Como otros años, a algunos les pareció que esta celebración sólo tocaba hacerla a los nostálgicos: Rodeada como está esta etapa de nuestra historia de un áurea de fracaso, intencionadamente alimentada por el régimen autocrático que la sucedió. Pero si bien es cierto que la I República sólo duró once meses, forma parte del sexenio democrático, surgido como respuesta social al autoritarismo de la monarquía reinante y la grave crisis económica y social que vivía el país.
Nosotros, como federalistas y demócratas, queremos reivindicar esta etapa sin la cual no se podría entender lo sangrienta que ha sido la defensa de la democracia y la consecución de derechos en nuestro país. Y aunque la historia no se repite, si se repiten los comportamientos humanos y situaciones que generan.
En el sexenio democrático, obreros y burgueses, demócratas monárquicos, republicanos centralistas, republicanos federalistas y federales cantonalistas se pusieron de acuerdo en echar a la monarquía absolutista e instaurar derechos y libertades, pero no estaban de acuerdo en la forma de hacerlo. Por eso, se ensayaron diferentes tipos de gobiernos democráticos: una monarquía parlamentaria (como la de Inglaterra), una república centralista democrática (como la de Francia), una república federal como la de EE. UU. Por último, algunos cogieron las armas para organizar una república federal cantonalista desde abajo. Un golpe de Estado militar implantó una república autoritaria que finalizó con la restauración de la monarquía absolutista.
Es obvio que, a la democracia, en cualquiera de las formas que hubiera adoptado, no se le dio tiempo a consolidarse. Es cierto que fueron tantas las dificultades de la época para gobernar que todos los regímenes ensayados fracasaron fueran monárquicos o republicanos, pero es igualmente cierto que la radicalización de algunos y las prisas de otros dinamitaron la consolidación de los avances progresistas. Mirando al pasado, estamos seguros de que cualquiera de las propuestas hubiera sido mejor que lo que después sucedió, si todos hubiesen remado en el mismo sentido.
Mirando atrás, nos admiran las propuestas de esos antepasados nuestros, para la democratización y el reconocimiento de los derechos sociales. Propuestas hechas décadas antes de que otros países democráticos de nuestro entorno lo hicieran.
Durante este sexenio se convocaron elecciones constituyentes, instaurándose por primera vez en España el sufragio universal masculino. El femenino se lograría en el segundo intento de democratización, durante la II República. Se promovió la separación de Iglesia-Estado; la descentralización del Estado y la separación de los poderes; la eliminación de las milicias; la emancipación de los hijos de los esclavos en las colonias; la reforma de la enseñanza, haciéndola obligatoria y gratuita para toda la población infantil; la libertad de imprenta; el derecho de reunión y asociación; la limitación del horario laboral y la prohibición del trabajo infantil.
La guerra con Cuba; las peleas entre monárquicos y las guerras carlistas; el enfrentamiento con la Iglesia y el ejército, la crisis económica y la prisa de los revolucionarios por poner en marcha su propio modelo imposibilitaron la consolidación de estas libertades y derechos sociales. Muchos de estos derechos volverían a instaurarse durante la II República y se perderán de nuevo durante la época de la dictadura franquista. La Constitución de 1978 significó la posibilidad de recuperar muchos de los derechos y libertades instaurados en las dos repúblicas y la instauración de otros muchos, hasta el día de hoy, con el gobierno de coalición entre PSOE y UP.
La prensa dice que se pelean y parece que alguien quiera romper la baraja. Sabemos que no es fácil gobernar entre dos, pero también sabemos lo difícil que es avanzar en la consecución de las libertades y derechos sociales y lo fácil que es perderlos cuando, aprovechando las debilidades, la derecha antidemocrática y populista consigue dar un vuelco al timón. Desgraciadamente, las noticias nos proveen de muchos ejemplos actuales.
Estos ejemplos tienen que servirnos para recordar que, en un sistema democrático, quienes defendemos sistemas abiertos, plurales, equitativos y de libertades debemos ir unidos si queremos conseguir que los cambios se consoliden. No consiguen más quienes tienen más prisa en hacer los cambios, sino aquellos que tienen más apoyo social para hacerlos. Tengamos el paso corto y la mirada larga para llegar muy lejos, no sea que salgamos tan rápido a hacer la carrera que nos quedemos solos, imposibilitados para hacer relevos, y sin haber recorrido el camino largo que nos queda por delante.