2023 inicia su andadura bajo el signo de una oleada de fondo iliberal, desatada contra las democracias. El asalto a las instituciones del
Estado de Derecho en Brasil no constituye un hecho aislado. Se inscribe en la misma lógica que presidió, en enero de 2021, la irrupción de los partidarios de Trump en el Capitolio. Es la lógica de una extrema derecha que, en las viejas naciones industriales, está marcando la agenda de las formaciones conservadoras e incluso colonizándolas. Su objetivo es desvirtuar la democracia, quebrando el equilibrio entre sus poderes y sometiendo sus instituciones, vaciadas de savia deliberativa y de mediaciones, a un liderazgo personal incontestable, supuesta emanación del auténtico sentir del pueblo. Hoy, la mayoría de la humanidad vive bajo regímenes autocráticos y dictatoriales. La amenaza que se cierne sobre las democracias más consolidadas es la deriva hacia un modelo híbrido: un poder despótico, envuelto en un liberalismo de fachada.
Polarización. Se ha usado y abusado de esta palabra. Sin embargo, señala el fin que se persigue: generar un relato total, una burbuja de
crispación en la que encapsular y fanatizar a una fracción de la sociedad, incapacitándola para considerar a quienes no comparten su ideario más que como enemigos. La aceptación de la discrepancia, el consenso sobre las reglas de convivencia, el respeto del otro, la capacidad de dialogar y pactar… Todo aquello que constituye el “lubricante” sin el cual no pueden funcionar los engranajes de la democracia política, salta por los aires. Se abre así la puerta a la confrontación civil y a la violencia. Biden y Lula son
declarados presidentes usurpadores. Ilegítimos como el gobierno de Pedro Sánchez, aunque por fortuna en España no hayamos sufrido ningún asalto al Congreso de los Diputados desde el golpe de Estado de Tejero.
Pero sí hemos tenido una voluntad manifiesta de socavar la potestad legislativa desde el bloqueo anticonstitucional y la manipulación del poder judicial por parte de una derecha radicalizada. No hay adversarios, sino felones. Y contra ellos vale todo.
La amenaza es seria y llama a las puertas de Europa. Más allá del carácter pintoresco de los conspiradores, los frustrados planes para tomar el control del Bundestag mediante un comando armado no pueden ser tomados como una anécdota. La guerra que libra Putin contra Ucrania no sólo persigue imponer la voluntad del Kremlin en las planicies del Este.
También pretende debilitar a la Unión Europea, alentando en todos los países un malestar susceptible de ser capitalizado por las corrientes nacionalistas y populistas. Incluso en el Próximo Oriente se manifiestan inputs similares. Israel, que siempre trató de maquillar la conculcación de los derechos del pueblo palestino presentándose como la única democracia de la región, ve como la extrema derecha, hoy en el nuevo gobierno de Netanyahu, se zafa del limitado control de Corte Suprema y da rienda suelta al racismo, la homofobia y el oscurantismo. Una matriz colonial allí – y décadas de neoliberalismo aquí y en los países de nuestro entorno – han fomentado el individualismo, alejado a franjas enteras de la población de la política y erosionado la sociedad civil. La capacidad de las democracias para hacer frente al desafío de la guerra, la emergencia climática y las crisis económicas, está siendo severamente puesta a
prueba.
Sin ir más lejos, en Catalunya, constatamos las dificultades para dejar atrás la etapa de división que representó el “procés”. Los indultos
del gobierno de coalición y sus arriesgadas reformas del Código Penal han propiciado un innegable clima de distensión en la sociedad catalana. Pero ha bastado con que Barcelona acoja la firma de un tratado de cooperación hispano-francés para que se denuncie una nueva afrenta a Catalunya.
¡Como si su progreso económico pudiese disociarse de esa cooperación transfronteriza y la Generalitat no estuviese llamada a ser protagonista y beneficiaria de la misma!
El asedio a la democracia expresa sin duda una renovada pulsión del capitalismo de nuestro tiempo. Eso no debería sorprendernos. Lejos de formar parte de sus atributos naturales, la democracia que conocemos se ha ido configurando a través de seculares luchas sociales y políticas para embridar los desenfrenos de la acumulación. Federalistes d’Esquerres se enorgullece de formar parte de esa tradición. Una tradición más vigente que nunca. Pues, a pesar de todo, las instituciones democráticas demuestran resiliencia ante los embates adversos. Los errores y tropiezos del gobierno chino en la gestión de la pandemia ponen de relieve que los métodos democráticos resultan más eficientes que el dirigismo despótico.
Empieza un año envuelto en la incertidumbre. Una verdad, no obstante, se antoja irrefutable: sólo mediante un esfuerzo consciente, organizado y multiforme, en defensa de los valores progresistas, del espíritu cooperativo y de la cultura del pacto, la democracia prevalecerá sobre las tentaciones autoritarias. Contribuyendo a ello, amigas y amigos, nos encontraréis.
Os deseamos lo mejor en este 2023.