«Han pasado dos años y la primera evidencia es que el debate social está más instalado que nunca fuera de la racionalidad. Mal terreno para hablar de soluciones. Y la segunda es que el independentismo emite señales cada vez más peligrosamente incomprensibles. La inestabilidad política española no ayuda, es verdad, pero ¿a qué debería ayudar? Desde hace dos años, el Govern justifica sus acciones invocando el mandato de un referéndum para a continuación anunciar otro. Dicen que prefieren un gobierno progresista en España, pero dejan caer en el Congreso al que había. La presidencia de la Generalitat no habla en nombre de todos los catalanes y empieza a ser evidente que tampoco en nombre de todo el independentismo, ¿con quién hay que hablar entonces? En la peor semana de violencia callejera en el centro de Barcelona, se cuestiona a los Mossos, ¿a quién confiar el orden público en caso de necesidad?
Esta es una crisis española, sin duda, pero parece que los deberes inmediatos los tiene Catalunya.»
Dos años después (La Vanguardia, 25 de octubre de 2019)