«Catalunya no está en buen momento y lo sabe. También lo saben España, que tampoco está como para tirar cohetes, y la comunidad internacional. Eso hace psicológicamente mucho daño porque los catalanes siempre hemos vivido pendientes –y orgullosos– de cómo se nos veía porque sabíamos que proyectábamos una imagen positiva de sociedad viva, rica, culta, dinámica y con una interesante personalidad propia. Ahora no es así. Nos saben conflictivos, desunidos, quisquillosos. Es perceptible cierto frenazo en la prosperidad y un disparo al alza en la desigualdad, un Gobierno propio inoperante y una presidencia de la Generalitat desprestigiada. Por decirlo de una forma fina: Catalunya ha perdido encanto.»
El descrédito de Catalunya (El Periódico, 29 de agosto de 2019)