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“Pero, en política también, cada decisión nos coloca ante nuevos dilemas. La bronca independentista de la Plaza de Sant Jaume representa algo más serio que un simple berrinche. Los comunes han ido más lejos de lo que deseaban. Pero el paso se ha dado y el espacio político ha empezado a despegarse del “procés”. El gobierno de la ciudad debería propiciar una ruptura definitiva de amarras. Y no porque los comunes deban caer en una dinámica de bloques, sino justamente por todo lo contrario: el “procés” constituye la máxima expresión de esa configuración que ha sumido al país en un pantano de impotencia. No habrá distensión si las prioridades sociales y medioambientales, las urgencias de la ciudad y su área metropolitana, no ocupan el centro de la agenda municipal. Que eso ocurriese sería decisivo para evitar que, el próximo otoño, el previsible impacto emocional de la sentencia del Supremo haga imparable otra escalada del conflicto. En ningún caso será fácil reconducir la tensión. Pero, desde luego, no habrá diálogo – ni, aún menos, soluciones – si se trata de “volver a hacerlo”.”

Y en eso, llegó la política (lluisrabell.com, 16 de junio de 2019)