«El nacionalismo pujolista más que un partido, erigió un potente movimiento del que se podía formar parte a pesar de tener énfasis diferentes sobre los ritmos de logro de la «plenitud nacional», donde era compatible incluso militar en otras propuestas políticas fuera de CiU, pero que compartían con el núcleo duro de Pujol las grandes verdades de país que se iban instituyendo. Esto implicaba a la durante muchos años organización menor de ERC, pero también a los grupos fragmentados del espacio nítidamente independentista e incluso algunos elementos de la burguesía a los que los avatares del antifranquismo les habían llevado a militar al PSUC o al PSC.
Así se fue construyendo un potente imaginario donde, lógicamente, la defensa de la lengua y de la cultura «propia» conformaban su pilar central a partir del cual se construía una «nueva Catalunya». Una alegoría de país que se legitimaba sobre todo a través del recurso a un historicismo de carácter nítidamente romántico. Para una parte significativa de la sociedad catalana, con el reto independentista, Jordi Pujol está obteniendo su gran victoria, a pesar de que todavía no lo puedan decir de este modo.»
El retorno de la familia Pujol (El Triangle, 8 de abril de 2019)