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«¿Quien pierde el origen no pierde la identidad?

Eso es diferente del nacionalismo, que no es el natural amor a lo propio, sino imponer tu nación hasta crear un espacio geográfico donde sólo quepan los puros, los auténticos como tú: es esa nación exclusiva y eterna que el nacionalista sueña para sí y los suyos.

¿Y si tu nación es integradora?

La del nacionalismo no lo es, porque se nutre de esa ilusión de eternidad: si cumples una serie de normas, te proyectas en el más allá. Y las cumplen, porque el ser humano no puede estar tranquilo si no cree en que es eterno, que trascenderá su final.»

Entrevista a Fernando Aramburu (La Vanguardia, 26 de abril de 2019)