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Joan Botella Corral (Barcelona, 1951) es decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma de
Barcelona. Desde 2013 preside Federalistes d’Esquerres, una organización nacida para defender la reforma constitucional como vía para afrontar la crisis territorial frente a desafíos como el catalán. El miércoles visitó Bilbao para participar en un coloquio organizado por ‘Federalistak’, la plataforma homóloga creada en Euskadi por más de un centenar de intelectuales.

– «El federalismo consiste en que cada uno sea dueño de su casa».La metáfora es suya.
– La gente vive en su piso y cada uno lo pinta como quiere. Otra cosa son las obras comunes de la comunidad: hay que pactar lo que se arregla o si el del ático debe pagar más por usar el ascensor.
– Si en una España federal cada autonomía va lo suyo… ¿qué sería lo común?
– A lo suyo pero cooperando con el resto, porque ahora mismo la mayoría de los problemas son comunes: el cambio climático, la crisis migratoria, los cambios tecnológicos… y eso no tiene solución parcial. El federalismo no es fácil, pero lo otro es peor.
– ¿La apuesta es finiquitar el modelo territorial actual?
– No. Ha sido enormemente útil, pero 40 años después estamos tocando los límites. Antes lo raro era
lo de vascos y catalanes porque alguien de Burgos no pensaba en tener autogobierno, pero ahora la sociedad y las autonomías han aprendido y quieren más.
– ¿Más descentralización?
– Y más cooperación. Y responsabilizarse. Si hablamos de dinero no puede ser que una comunidad organice un servicio y lo pague Madrid porque genera comportamientos perversos.
– ¿Y si una autonomía no quiere asumir nada más?
– Puede pasar. Pero también pueden compartir servicios hasta con otros países. Hay zonas de Cataluña que pasan a Francia para ciertos servicios sanitarios y viceversa.
– ¿El federalismo asimétrico perpetúa los agravios de los que se quejan históricamente algunas comunidades españolas que miran a Euskadi con recelo?
– Se confunde interesadamente ‘variedad’ y ‘desigualdad’. El federalismo es realismo, y España es un país muy heterogéneo. Cada territorio tiene unas necesidades, la política lingüística de Cataluña iría mal en Navarra y las necesidades de los canarios para sentirse europeos no son las que tienen los vascos. No es más que conocer cada realidad y obrar en consecuencia.
– Si se aplica ese modelo y España pierde peso como país, ¿qué uniría a un vasco y un murciano?
– Que son europeos. Y que hablan el mismo idioma, que tienen un estilo de vida y una alimentación parecida… eso une más que una bandera. En 30 años la importancia de España en el mundo va a ser la que tiene Andorra en Europa. ¿Influye?
– No.
– Los problemas son mayores y los rivales, también. El interlocutor pasará a ser la UE.
– ¿Esto de restar peso al Estado en beneficio de las autonomías lo aceptará la clase política que pugna por liderar España?
– La clase política es el sector menos modernizado de la sociedad española. Han dejado de solucionar
problemas para centrarse en agredirse… aunque luego se toman cafés juntos. Ver los debates parlamentarios da vergüenza, ese no es el nivel de las conversaciones que hay en este país.
– ¿La crisis territorial se soluciona arreglando lo de Cataluña?
– Es un asunto que hay que afrontar, no puede aparcarse a un rincón porque ya se ve que se pudre, pero no es la única razón. En España se crearon autonomías pero el Estado se quedó igual, y debe tenerlas mucho más en cuenta y tomarse en serio el reparto de responsabilidades.
– Todo lo que plantea pasa por una reforma de la Constitución, ¿es factible en un panorama político tan polarizado?
– Se pueden hacer cosas sin cambiar la Constitución. Se puede hablar de reparto de ciertas competencias y de la financiación cambiando leyes ordinarias…
– Pero la Constitución…
– Es complicado alcanzar el consenso necesario. Quizá abriría el camino entender que cambiar la Constitución no es un drama y recordar que cuando se aprobó no existía Internet y España no estaba en la UE.
Las respuestas no pueden ser las mismas. Los alemanes han modificado la suya más de cuarenta veces desde la Segunda Guerra Mundial y no pasa nada.
– Con el Senado aprobando mociones a favor de la recentralización no parece que haya un clima muy propicio al federalismo.
– ¡Nada! El Senado se ha convertido en un órgano de propaganda y poco más, los expertos coinciden en que requiere un cambio radical. ¿Dónde se ha visto que en un estado de las autonomías como España en el Senado tengan representación las provincias mientras los presidentes autonómicos se tienen que buscar la vida para relacionarse con el Estado?
– ¿El federalismo es la vía que le queda a los independentistas catalanes visto lo visto?
– Pregúnteselo a un independentista… yo diría que les mueven problemas que tendrían un abordaje sencillo desde una óptica federalista. Y la mayoría de independentistas lo saben. El problema es que les mantiene en pie la esgrima política, no la conciencia de intentar solucionar problemas concretos.
– ¿Espera un nuevo escenario en Cataluña?
– Mientras esté en marcha el juicio por el ‘procés’ no, porque prima lo sentimental. Pero entre los acusados ya se ven discursos diferentes y es posible que esto vaya a más y que alguno de los implicados se abra a propuestas para revisar la situación de España en Cataluña.
– El PNV dijo que la propuesta federalista que usted defiende es «de españoles para españoles». No le gusta.
– Es la respuesta oficial que tienen que dar, pero deberían explicar cómo se articulan entre si los territorios vascos: es federal. En todo caso, por muy independentista que sea, al PNV no le puede ser indiferente la estructura del Estado español.
– ¿Por qué?
– Porque no les puede dar igual que en España gobierne un partido federalista o Vox. Y porque si en Madrid va mal irá mal en Badajoz, en Santiago y en Vitoria.

 

Entrevista aparecida en El Correo el 2 de marzo de 2019