«Son muchas las fábulas de Esopo que hablan de la vanidad. Una de ellas, conocidísima. Un cuervo había atrapado un trozo de carne y se lo comía subido a un árbol. El zorro desde abajo le dijo: “Serías el rey de los pájaros si tuvieras voz”. El cuervo cantó para exhibir su voz, pero, al abrir el pico, se le cayó la carne, que el zorro se llevó. El Estado ha decidido disciplinar a los díscolos. Este juicio no es una tertulia. Responde a la razón de Estado. Toda expansión sentimental o vanidosa que el juicio suscite en la opinión pública catalana no sólo no servirá de nada, sino que nos devolverá a la vanidad y al complejo de superioridad, vicios que nos han conducido a este callejón sin salida.»
La emoción de la vanidad (La Vanguardia, 25 de febrero de 2019)