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«La cultura democrá­tica europea está fla­queando en cada país por razones diferentes, pero con el mismo común denominador: las desigualdades y el malestar que ha dejado la crisis, la erosión de las instituciones y la corrupción, la incapacidad del moderantismo para tomar la iniciativa en un contexto bipolar, un periodismo febril que necesita la tensión para sumar audiencias, el fanatismo ideológico que infecta todas las corrientes y el nacionalismo que se presenta como casa familiar, como el refugio natal de las masas desconcertadas.»

No frenaremos la rueda (La Vanguardia, 10 de diciembre de 2018)